Opinión

Acabó la legislatura. ¿Lo sabe Sánchez?

Si quedaba alguna duda de que la Legislatura está, de hecho, acabada, no había sino que ver los rostros en la referencia del Consejo de Ministros del viernes para despejarla. La vicepresidenta Carmen Calvo, una vez más en el papel de portavoz que no ejerce Isabel Celáa, destrozó en tres minutos la estrategia anterior del Gobierno, renunció a emplear cualquier 'relator' —o como quiera llamarse— en las negociaciones con los partidos independentistas y dio por finalizadas las negociaciones con los secesionistas catalanes en busca de apoyo para los Presupuestos Generales del Estado. O sea, si no ocurre un milagro favorable a Sánchez, y desfavorable para los intereses de España, hay que disolver las cámaras y convocar elecciones ya, tal vez para el 'superdomingo' 26 de mayo. Cinco urnas en los colegios electorales para una regeneración en el país.
En primer lugar, Carmen Calvo no debería actuar como rostro del Gobierno a la hora de anunciar cosas importantes. Atizó la hoguera con lo del 'relator', sin haberlo consultado con nadie —los ministros se enteraron por la prensa, lo mismo que los 'barones' territoriales socialistas— y ella misma, cuatro días después, a la vista del escándalo, lo enterró.
Y todo ello, con un gesto avinagrado, que era el mismo que hemos visto estos días en la cara de no pocos socialistas, que 'sotto voce' admiten que empiezan a preguntarse si estamos, en las manos de Sánchez, en buenas manos. Quizá no sean buenos socialistas, quizá no les guste el entrecejo de la vice, en fin, pero me da la impresión de que el PSOE está más dividido que nunca y que la figura del presidente/secretario general está en el epicentro de la tormenta y la de su 'número dos' ya está bajo las aguas torrenciales.
No sé si el anuncio de 'retirada, retirada' de Calvo trataba de frenar el posible éxito que una manifestación, a mi juicio extemporánea y poco deseable, convocada por los partidos de la oposición, pudiera tener este domingo. Casado y Rivera han rivalizado en las frases descalificatorias (a veces insultantes) contra el Gobierno, se han pasado de frenada comparando lo de Cataluña con lo de ETA y han tenido que admitir más o menos abiertamente —con muchas reticencias, es verdad, Ciudadanos— a Vox en el club. El partido extremista de Santiago Abascal se está convirtiendo en el pescador que gana en el río muy, muy revuelto. Lo malo es que los peces acaso seamos los ciudadanos.
El 'juicio del siglo' que empieza el martes en medio de aprensiones sin cuento en el desorientado Ejecutivo, en el inoperante Legislativo y en el pasmado Judicial, incrementa la dificultad de que los partidos independentistas vuelvan grupas y retiren, de aquí al miércoles, las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos. Lejos de mí la funesta manía de dar consejos, pero son muchos los que piensan que Sánchez debería haber aprovechado la jornada de este viernes para anunciar que convocaría elecciones ya, en lugar de esperar a que sean los gritos de los manifestantes de este domingo los que lo soliciten airadamente. En todo caso, ya que no se ha podido evitar la toma de la calle en lugar de la acción en las Cortes, acaso debería el presidente hacer buena su promesa de convocar 'pronto' (han pasado siete meses) las elecciones antes de que, ese miércoles, es decir, dentro de menos de ochenta horas, todo haya quedado consumado.
No, yo no quiero para mi país el 'teléfono rojo' de Pablo Iglesias tratando de negociar 'in extremis' con los 'indepes'. Porque no quiero que los Presupuestos de mi país salgan adelante con cláusulas de negociación funestas que se tratan de mantener en secreto. Ni quiero a quienes se atribuyen la resistencia de Agustina de Aragón, que fue una heroína de la guerra de independencia, de la que precisamente estamos lejos: para mi país quiero estadistas, y de ello andamos bastante escasos. A menos, claro, que unas elecciones, de una vez, nos convenzan de lo contrario. Lo demás, seguir con la ficción de que la Legislatura puede continuar ¡¡hasta 2020!! es como la quimera del oro.

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