Opinión

El 14 de abril y el debate República-Monarquía

El repaso de los documentos, declaraciones, programas y otras manifestaciones de todo tipo de los actores con presencia en la llamada “Transición”, desde la oposición democrática a los partidarios del Conde de Barcelona, los exiliados, los partidos democráticos proscritos y, en definitiva, de todos aquellos agentes políticos y sociales representativos de la oposición, entre el final de la guerra y la aprobación de la Ley para la Reforma Política y el posterior proceso constitucional, presentan –con ligeras variaciones- una misma coincidencia: que la salida del Franquismo se resolviera devolviendo plenamente la palabra al pueblo español, para que éste, en libertad, expresara su voluntad de construir un nuevo Estado, República o Monarquía, como paso previo a todo proceso constitucional.
Este 14 de abril el debate sigue abierto, por mucho que se esfuercen en negarlo los turiferarios de la Corona y la creciente propaganda monárquica, empeñada en una permanente campaña de imagen, diseñada con toda la experiencia que brinda el marketing comercial
No debemos olvidar el grave deterioro que la Monarquía ha vino sufriendo los últimos tiempos en España y que provocó la renuncia del sucesor de Franco a título de Rey (luego de aquella patética petición de perdón a los españoles por sus frivolidades). Ese hecho no tuvo causas puramente coyunturales, sino estructurales y que el debate República-Monarquía no se ha extinguido, sino que rebrota entre los menores de 40 años, en quienes está presente el deseo de poder responder a esa pregunta esencial, cuya respuesta les fue hurtada a sus padres, quienes tuvieron que aceptar que la Monarquía formase parte de un paquete, de un todo completo, sin discusión posible, si era que queríamos pasar de un régimen de dictadura personal a un sistema democrático y parlamentario, sin discutir quien estaría a su cabeza.
Los planes que, desde el Gobierno de la Corona, se trazaron para suprimir la posibilidad de debate sobre otras alternativas y, con especial cuidado, plantear las consultas (primero de la Ley para la Reforma Política, y más tarde de la propia Constitución que instauraba de manera definitiva la Monarquía juancarlista) de modo que no cupiera otro refrendo que el esperado. Se pusieron los medios jurídicos para impedir que se llevara a cabo la propia pretensión de las fuerzas democráticas y de millones de ciudadanos: un referéndum decisivo que se planteara la opción República o Monarquía o que ni tan siquiera ese debate se realizara en los propios medios de comunicación. 
Se dice que los españoles refrendaron la monarquía, implícita en el referéndum de la Constitución de 1978. ¿Y cuál era la alternativa? Ninguna o seguir con la monarquía del 18 de julio en estado puro. 
El PSOE se ha convertido, más que la derecha, en el más sólido apoyo de la Monarquía. Ningún presidente ha sintonizado mejor con el Rey emérito que Felipe González. Qué lejos están los tiempos en que Luis Gómez Lorente escribía: “Entendemos que la forma republicana del Estado es más racional y acorde bajo el prisma de los principios democráticos”. 
El apoyo del PSOE a la Corona  fue gráficamente reforzado con ocasión del 39 congreso del partido en el que Pedro Sánchez recuperó el liderazgo. La nueva dirección del PSOE evitó en el último momento que el pleno del 39 congreso federal votase una enmienda que pedía la implantación de una República en España. La diputada del PSOE Meritxell Batet expresó el apoyo de los socialistas en el Congreso de los Diputados a la monarquía parlamentaria porque así se pactó entre todas las fuerzas políticas en 1978 y que la monarquía parlamentaria es "más democrática que muchas repúblicas y mucho más republicana que muchas repúblicas”

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