Cartas al director

No vale cualquiera

Sin ánimo de que alguno se sienta ofendido, y sin ninguna acritud, me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre la actitud de algunos profesores. 
No entiendo ese afán de querer estar por encima del bien y del mal, creyendo torpemente que un profesor que suspende mucho es un buen profesor. Yo opino que es precisamente lo contrario. (No estoy hablando ahora, evidentemente, de los alumnos a los que no les da la gana de hacer nada y que no estudian).
El sistema educativo impuesto por políticos y tecnócratas es un auténtico despropósito y de lo peorcito que hemos tenido que sufrir los españoles durante décadas. Son ellos los que elaboran horarios, contenidos, temarios, ect. Los temarios son objetivamente inabarcables e incompatibles con los horarios. El profesor que –rara vez- termina todo el temario es porque o bien se ha saltado un montón de cosas o bien no lo ha explicado todo y deja que los alumnos se lo estudien por su cuenta, lo que deja al profesor en una situación dificilmente justificable.
Es este sistema siniestro y su falta de vigilancia, el que ha engendrado varias generaciones de profesores con unos vicios difíciles de erradicar. Por ejemplo, no ha de faltar en ninguna evaluación la típica o típicas preguntas de examen en las que se va a “pillar” al alumno. No para saber si ha estudiado, que se dá por supuesto que sí, si no para ver si lo ha entendido y si poniéndole una “pregunta trampa” lo sabe hacer igual. Vamos a ver: creo que el profesor tiene la obligación de explicarlo TODO en las clases, y todo es todo, no guardarse subterfugios y tretas para “pillar” al alumno y menos en un examen que se suele hacer bajo presión. 
Creo que el buen profesor es el que hace que sus alumnos disfruten con su asignatura. El que hace que, a pesar de que sea una asignatura difícil, a los alumnos les resulte fácil de comprender. Un buen profesor, además de tener vastos conocimientos de su asignatura, también tiene pedagogía y sabe hacer fácil de entender, lo fácil y lo difícil; sabe qué alumnos necesitan más atención y más paciencia. Conoce y se preocupa de cada uno de sus alumnos; de que sean los mejores en todo, pero en especial en su asignatura. Y esto, es claramente incompatible con el “te voy a pillar”. 
Ser buen profesor es un arte, difícil, muy difícil, pero asumible con buenos conocimientos, paciencia y sobre todo y lo más importante: cariño. Creo que hacen falta buenos profesores que sean además, buenos educadores y sobre todo: buenas personas. Profesores vocacionales y no “vacacionales”, que de todo hay. 
No vale cualquiera.