Cartas al director

Solemnidad de todos los santos y fieles difuntos

Cuando rezamos el Credo, entre otras verdades, decimos: "creo en la comunión de los santos"; con estas palabras expresamos nuestra fe cristiana en la existencia de los seres humanos, que, cumpliendo los mandatos del Señor, aquí en la tierra, llegaron al Cielo. Pero la palabra "comunión" significa algo más; con ella queremos decir, que, todos los que aspiramos y esperamos llegar al cielo, contamos con su ayuda y protección, para caminar por el sendero por el que ellos fueron. Asimismo, estamos en comunión o comunicación con las almas del Purgatorio, en donde se purifican de las manchas con las que hayan podido marcarlas sus pecados, pues en el cielo no puede entrar nada manchado. Nosotros podemos y debemos ayudarlas con nuestras oraciones y demás sufragios y, en pago, ellas nos ayudan también a nosotros.
Concretando esta santa doctrina de la Comunión de los Santos, creemos firmemente que, entre los santos del Cielo, las almas del Purgatorio y los fieles de la Tierra, existe una intercomunicación o participación de bienes espirituales, que nos unen a Cristo, nuestro Redentor.
Dios quiere que todos vayamos al Cielo, también los que no le conocen como Creador y Padre, pero cada uno ha de cumplir sus divinos mandatos, dentro de su conocimiento y posibilidades, los cuales, de menos a más, se manifiestan de tres maneras: la Ley Natural ("haz el bien y evita el mal") Ley Mosaica (los diez mandamientos) y Ley Evangélica (las ocho bienaventuranzas). Los verdaderamente santos, a quienes veneramos y suplicamos y debemos imitar, han vivido estas tres etapas; por esta razón, tan lógica y teológica, gozan de mayor felicidad en el Cielo.