Cartas al director

Comunión

n  n  n Parece ser que en el Vaticano se ha producido una pequeña revuelta entre cinco cardenales, con el alemán Ludwig Muller como principal protagonista, que no están de acuerdo con que el papa Francisco haya dado la comunión a unos divorciados.
Cuando contemplamos atónitos los actos vandálicos protagonizados por los yihadistas en nombre de su Dios y de su religión, nos echamos las manos a la cabeza sin entender como estos fundamentalistas iluminados pueden estar haciendo semejantes barbaridades a estas alturas de la civilización; pero si retrocedemos unos cuantos siglos atrás lo entenderíamos perfectamente porque, gañote más o menos cortado, o gente llevada a la hoguera por el mero hecho de ser infiel, estaba a la orden del día por estos pagos, en tiempos de las Cruzadas o de la Santa Inquisición. Así que, por favor, nada de asombros. Lo que nos diferencia de esta gente, es que hemos evolucionado, simplemente, y afortunadamente ahora, ya no se hacen las barbaridades que se hacían en otros tiempos en nombre de nuestra religión y de nuestro Dios.
Pero esta evidente evolución, en ciertos aspectos, es muy lenta. Lo de la comunión estaba muy bien pensado en la época en que hacíamos la primera. El niño o la niña que pecaba no podía comulgar si antes no pasaba por el confesionario. De esta forma tan simple y tan sutíl, ya se sabía perfectamente quien andaba revoloteando con sus manitas por los bajos de sus cuerpos infantiles preparándose un “selfi” sexual. 
El pecado es malo, eso está claro. Todos los casos de pederastia, robos, crímenes, corrupción, etc, que llenan a diario los informativos, se producen porque sus protagonistas son pecadores, pero el problema es que algunos de estos infractores (pocos, esa es la verdad, la mayoría de los delincuentes no lo hacen) comulgan, incluso, dicen misa, entonces se demuestra que el invento de intentar que la comunión sea además, un sistema de control, no funciona. Por eso no comprendo el cabreo de estos escandalizados obispos, no me extrañaría que alguno de ellos hubiera tenido en su diócesis algún cura pedófilo y comulgante.
Aprovechando que el nuevo papa nos demuestra cada día que está en la tierra, creo que ha llegado la hora de que dejemos de considerar a la comunión como un signo externo para distinguir a los buenos de los malos, a los justos de los pecadores. Está claro que, a lo largo de la historia, ha habido muchos pecadores de comunión diaria, incluso bajo palio. Aunque, eso sí, teniendo en cuenta aquello de que “Dios nos coja confesados” tenían siempre a mano a su director espiritual para redimirlos de sus pecados aunque sea en el último minuto de la prórroga.
Como ahora todo es márketing, creo que la nueva Iglesia del papa Francisco está necesitando una campaña publicitaria que diga algo así. “Comulgue cuando le parezca, no le de corte, ignore los comentarios, ya no hace falta que esté en ayunas, ya no hace falta que se confiese, ya no hace falta que sea virtuoso, todos somos pecadores, comulgue por favor”. 
Tal vez le ayude a ser buena persona.