Cartas al director

la reforma de las leyes

nnn Es necesario poder modificar las leyes para poder convivir. El problema estriba en determinar si hay realmente necesidad de modificarlas y en segundo lugar escoger el momento político para el cambio de la legislación. Solemos recurrir a la modificación legislativa cuando en realidad se trata de hechos culturales. Esta es una de las razones por la que se ha de unir la ética y la política en una huida del oportunismo interesado
La política se dirige al logro de objetivos en el marco de reglas de juego consentidas, mientras que la ética tiene que ver con normas consensuadas. El consentimiento en este caso, se refiere a acuerdos provisionales, menos universales, que se producen y  corrigen a medida que se van conociendo las consecuencias y midiendo las expectativas. El acuerdo por consenso, por el contrario, tiene siempre valor absoluto.
Tomar como referente a “las mayorías” puede ser útil para introducir modificaciones coyunturales de la ley, para otros cambios con las que se trate de asegurar las reglas que faciliten una convivencia social más rica y dilatada en el tiempo se requiere un debate en el que  convenga una mayoría muy cualificada. La reforma de las reglas de juego no afecta sólo a los ciudadanos individuales, sino al mismo sistema democrático.
Aunque la racionalidad presida la acción política, la historia nos pone de manifiesto cómo en nombre de la una racionalidad interesada se han cometido innumerables crímenes. La racionalidad ha de ir acompañada del sentimiento moral de la compasión con el que sufre las consecuencias de las decisiones interesadas.
Los políticos tienen hoy un deber fundamental al que deben subordinarse todos los demás: recuperar la credibilidad de la política. El lenguaje falaz y los movimientos torticeros puede ayudar a crear espejismos pero no ayuda a resolver los problemas.  No es exagerado pedirles una reconducción de su actividad alrededor de principios éticos frente a los intereses partidistas. Hay diversas posibilidades para elegir a los representantes políticos, pero ha de hacerse con la concurrencia de mayorías cualificas y en el momento adecuado. Al final de la legislatura está muy lejos de que se den las condiciones para reformar leyes mediante las cuales hemos de ordenar la convivencia.