Cartas al director

necesidad de la coherencia

nnn La coherencia no es una de las virtudes más brillantes entre los políticos enfangados en la consecución inmediata de sus objetivos. Ser coherente  con las exigencias de los ciudadanos supone riesgos que es necesario correr. Para la gran mayoría de los ciudadanos la Europa de los fundadores ha quedado desdibujada. Los horizontes de cooperación, de libertad y de solidaridad han sido sustituidos por el individualismo y la cultura de la austeridad. Se ha quemado una generación de jóvenes y se la sitúa ante el disparadero de la rebelión. Se rebajan los parámetros de la salud pública y de la educación y se convierte así la estupidez en algo vitalicio. Se consagra la sociedad dual entre ricos y pobres, nativos y extranjeros, hombres y mujeres. Se prescinde del concepto de mérito, del valor del trabajo. 
El ciudadano de la “nueva” Europa se siente solo sobre todo cuando el negocio va mal. La promesa de éxito, de ganar amigos para ser feliz y hacer negocios es esquiva. El dinero se evapora pagando impuestos. La esperanza del éxito desfallece entre la incertidumbre y la mediocridad. El  esfuerzo en el trabajo honesto  es sustituido por la genética de la herencia. 
Son necesarias posiciones coherentes con la racionalidad cooperativa y solidaria. Defender el deber de ser solidario no implica la asunción de planteamientos comunitaristas, que ven en la creación de pequeñas comunidades la panacea de todos los males de la cultura contemporánea. En ningún caso la defensa del principio de solidaridad admite el desarrollo dual de Europa hoy dominantes. Los planteamientos éticos basados en una sociabilidad humana y en el valor de la solidaridad supone la antítesis de lo que llamamos el prejuicio egoísta. El futuro de Europa se ha de organizar alrededor de la solidaridad como principio político y como complemento de la justicia.