Cartas al director

los excluidos

La existencia de “excluidos”  en la sociedad es un indicador de la incapacidad del sistema  para funcionar con criterios éticos de optimización y de la carencia de imaginación política de los dirigentes de las organizaciones. Si alguien es marginado de la sociedad, se empobrece en la medida en que no activa sus capacidades y sus posibilidades; proyecta, de alguna manera, sobre sí mismo una forma de nihilismo;  al mismo tiempo, empobrece la sociedad porque la priva de la concurrencia psíquica y social de un conjunto de ciudadanos.
La exclusión  no es sólo económica; puede manifestarse en los diversos aspectos de la actividad humana. El trabajo no es un castigo, sino un medio instrumental de crecimiento humano cuando la persona desarrolla su actividad laboral en un espacio donde puede plasmar sus habilidades y aptitudes, cuando puede sumar su labor a la de otras personas con las que convive y juntos realizar en proyecto de crecimiento. Es dramático no sólo estar en paro, sino sentirse marginado del proyecto de creación de riqueza social y económica.
La existencia de un número tan elevado de excluidos sociales pone de manifiesto una crisis del modelo de participación política, que nos muestra la necesidad de crear y desarrollar otras vías de participación de los ciudadanos en la vida pública, y superar así las que en la actualidad brinda la democracia parlamentaria.  
La actual crisis económica es una consecuencia de una crisis ética. Nos hemos embarcado en la aventura del enriquecimiento a toda costa, en la que todo vale. Se han creado “legalmente” situaciones para el enriquecimiento sin límites. Al margen de la legalidad, han crecido organizaciones sin ánimo de lucro que tratan de integrar a los marginados en la tarea de reestructuración ética de la convivencia bajo el signo de la cooperación y de la solidaridad.
Esta sociedad en franco declive está llamando con energía a los marginados para un trabajo de refundación de otro  orden social. Más que trabajar en un sistema trufado de individualismo, es necesario idear con esperanza un mundo de esperanza, de confianza en la cooperación. El escepticismo es el punte para la derrota de los principios de progreso.