Cartas al director

en busca de nueva identidad

 Establecer la identidad de un partido político en las circunstancias actuales es una tarea bastante difícil. La sociedad ha cambiado radicalmente en los últimos tiempos y exigen otros programas y otras maneras de hacer política. Los extremos han confluido hacia un centro también en constante cambio. La derecha tradicional no encuentra el camino para arroparse con una nueva piel. El socialismo busca denodadamente la manera de refundar la socialdemocracia.
La denominada “economía de mercado”, como suele llamarse hoy al sistema capitalista, busca nuevas formas ante los reveses electorales. La economía de mercado, según Amartya Sen, sólo puede funcionar adecuadamente y ser considerada como un mecanismo válido para la interacción social si favorece (o al menos no deteriora) la moral pública. En este punto los acontecimientos sobrevenidos en los últimos años han confirmado el deterioro del sistema. En lo referente al fraude, el capitalismo financiero ha tenido un papel destacado.
Un serio motivo para la impugnación moral del libre mercado está en la fuerte deriva del poder de los monopolios. Las políticas de defensa de la competencia tienen mucho trecho que andar, si tratan –y es necesario que así lo hagan- de enfrentarse a la tendencia muy profunda de los gestores económicos de hoy. En cualquier caso el fenómeno de la concentración oligopolista de mercados se ha mostrado en el área financiera como algo evidente. La idea del “gobierno de los banqueros” puede aportar escasas virtudes desde un punto de vista moral. La economía se ha hecho independiente e insumisa a todo poder político, y la libertad que adquieren los más poderosos se ha convertido en una falta de libertad para los menos poderosos, el bien común ya no está defendido, ni protegido, ni exigido al nivel mínimo indispensable para la comunidad (Tzveran Todorov).
El regreso a un modelo muy similar al de 1960-80 parece poco probable, puesto que ni los desarrollos tecnológicos ni la globalización lo permiten. El capitalismo no ha funcionado nunca como un modelo homogéneo; tampoco el socialismo. Ambos han recogidos las herencia propias de cada estado o región. El socialismo ha de ser fiel a su identidad de mejora de la calidad de vida de los menos favorecidos y potenciar la solidaridad entre los ciudadanos y entre los pueblos.