Cartas al director

Quien nos protege

 No es por tirar piedras contra nadie, pero en cada esquina que la vida nos proporciona podemos encontrarnos con sorpresas indeseables tanto si nos afecta directamente como las que con un mínimo de sensibilidad podemos padecer.
La última es el desastre de la pirotécnica de Tui, que a falta de las últimas evaluaciones deja un rastro de desgracias directas y un sinfín de daños colaterales, y sobre todo el peor daño que es el que crea la sensación de inseguridad, proporcionado por la constante sorpresa que nos ataca con pases de la vida indeseados.
El último desastre a ojos del vecindario podía haber sido evitado si alguno de nuestros inspectores o también llámese vigilantes, o cuidadores de nuestra seguridad tuviera un mínimo de control sobre una actividad cuanto menos peligrosa. No debemos de conformarnos con los lamentos y con las condolencias oficiales que, a toro pasado, de poco sirven y realmente no invierten los fatales resultados.
Demasiadas veces la guarida del irresponsable que mantiene un negocio fuera de la ley, es conocida por la voz pública, donde a la vuelta de la esquina el más tonto sabe que algo malo se está cociendo, menos quien debería de saberlo y solo hace falta el detonador en forma de imprudencia para que todos nos lamentemos.
Si a esta rápida reflexión sobre el puntual acontecimiento, le añadimos que a día de hoy lo de los fuegos es algo perfectamente prescindible, pues aun siendo del gusto popular sin dejar de lado que la gente tiene que vivir, los propios profesionales del ramo tendrían que reciclarse para desterrar y dejar a un lado la espada de Damocles. El fatal desenlace podía haber sido evitado.