Cartas al director

manolo de vilas

n  n  n Hoy no venimos a llorar sino a disfrutar de la compañía y rendirle un merecido homenaje de reconocimiento tras su jubilación, al Guarda Fluvial Manuel González Barreiro, por una vida profesional dedicada con abnegación, orgullo y sacrificio al cuidado del medio natural.
Y así como Labordeta llevaba el país en la mochila, Manolo nos lega ahora la suya propia a reventar hasta las costuras, plena de experiencias reconvertidas en enseñanzas para quienes hemos trabajado a su lado y debemos continuar, así como para quienes aman la naturaleza.
Desde su aldea de Vilas, en Gondomar, siendo ya un neno labrego incluso antes de que Balbino naciera en casa de Neira Vilas, donde se disfruta la luminosidad del Valle Miñor cantó los versos de Rosalía de Castro, pero hete aquí que, donde la escritora componía: “ Adiós ríos, adiós fontes…”, Manolo musitaba a diario como preludio de su futura labor medioambiental: “ Hola ríos, hola fontes / hola regatos pequenos / hola vista dos meus ollos /eu sei cando nos veremos” . Ayudó en su carrera en la administración forestal a dar forma y formación al Parque Natural del Monte Aloia, coadyuvó a controlar la pesca fluvial y la caza a la vez que gozaba del respeto de pescadores y cazadores deportivos, a vigilar ríos como el Miñor, Zamáns,Tamuxe, Miño, Louro, Alvedosa, Lérez y tantos otros. Contribuyó a preservar montes como su Galiñeiro, Aloia, Candán, de la  Paradanta, del Condado, Galleiro, Serra da Groba, el mítico Tegra o allá donde fuese menester. Sufrió el tiempo en que los incendios forestales no existían en los periódicos en fotos a todo color ni tampoco en blanco y negro, pero que extinguían manos, como las suyas, encallecidas de apagar otros fuegos y más llamas. A conservar y hacerse grandes desde sus frezaderos o camas tanto a truchas como a los anádromos, reos, salmones y lampreas, a las catádromas anguilas ( y también como dicen ahora, a  traslocar  las anguilas del Miño que se desloman contra el muro del embalse de Frieira a otros ríos de la comarca de Vigo- Baixo Miño ), a conejos y liebres ( que no hay por qué decir dónde resisten cual Astérix en su aldea gala pero que afortunadamente haberlas hailas ) , a vigilar el vuelo de   paspallases y perdices, cuando en esta tierra todavía eran silvestres y ahora cuando quedan algunas de repoblaciones cinegéticas, halcones y gavilanes, miñatos, cárabos, autillos, mirlos y mirlos acuáticos, garcetas…. A inspeccionar los antiguos cotos de caza, hoy reconvertidos en tecores. A prestar incluso un servicio ambulatorio puerta a puerta para procurar asistencia clínico-veterinaria de urgencia en Cotorredondo a distintas especies animales heridas o debilitadas, localizadas gracias a la colaboración ciudadana, ya fueran anfibios, aves, mamíferos o reptiles, principalmente a las gaviotas de Vigo, así como reintegrar las afortunadamente recuperadas a su medio natural y lugar del previo hallazgo. Participó de plantaciones y podas de alisos, pinos, castaños, robles, abedules…, combatió plagas forestales cuando los pesticidas y sulfatos se expelían cuerpo a cuerpo y no con la debida protección, así como especies exóticas invasoras ya fuesen éstas animales o plantas. También colaboró en la reducción de los daños causados por nefastos vertidos que tanto mal hacen a la naturaleza como los casos del Prestige, Louro, Zondal, Lagares, Maceiras… Asistió para todo ello a numerosos cursos de formación y perfeccionamiento a lo largo de los años. Y tantos otros trabajos y tareas medioambientales que se nos quedan en el tintero de la memoria.
Hoy no le vamos a dar a Manolo de Vilas una palmada en la espalda sino el aplauso, ganado a pulso, por toda esta labor encomiable en pro de la conservación de la fauna y de la flora.
Y así como mi padre dejó sus huellas en el camino medioambiental, Manolo nos deja las pisadas de sus botas para que sepamos por donde continúa la vereda que debemos seguir. Gracias Manolo por ser un ejemplo valioso, como persona y como Guarda Fluvial.