Cartas al director

error

Me empiezo a dar cuenta de que a la única persona a la que le debo una explicación soy yo misma. Me canso de tener que controlar milimétricamente mis pasos y de tener que medir cada una de mis palabras con tal de esquivar problemas. Tengo continuamente esa sensación de no poder pensar en nada, a la vez de ser incapaz de dejar de pensar en todo. Demasiadas cosas en una cabeza que apenas puede acordarse de que el reloj sigue corriendo a su costa.
Creo que castigamos demasiado el error, cuando realmente deberíamos alegrarnos de nuestros fallos siempre y cuando estemos a tiempo de remediarlos. Nos torturamos cada vez que hacemos algo mal y nos comemos la cabeza cuando no sabemos qué hacer. Es hora de que comprendamos que rara vez es tarde para dar marcha atrás. Quien quiere siempre tiene oportunidad de enmendar las cosas que ha hecho mal. Y también, quien quiere, siempre encontrará excusas para seguir haciéndolo todo así. La última palabra en lo que va a pasar siempre la tiene la suerte, pero la primera depende de nosotros. Si nadie se atreviera a dar un primer paso, jamás hubiéramos avanzado. Tenemos que comprender que nunca una oportunidad va a llegar llamando a nuestra puerta sin nosotros haber hecho nada antes.
Si algún día nos quitáramos el miedo a caer, a fallar y a perder, construiríamos cosas más grandes de lo que nos pudiéramos imaginar. Mientras nos siga frenando nuestra propia mente, nunca conseguiremos avanzar. Es el momento de despojarse de los lastres que hemos arrastrado tanto tiempo y mirar de cara a lo que se viene.