Cartas al director

el tráfico de órganos (o los que no llegaron)

nnn Hoy se sabe con relativa certeza que de los órganos dedicados para los trasplantes, un elevado porcentaje procede de Latinoamérica. Y en una mayor medida de países como México (quizás  un 30 por ciento)
Como muchos conocen sin duda, el debate sobre la inmigración en Latinoamérica se centra hoy en día en qué hacer con quienes cada año cruzan la frontera (jóvenes y niños) a través de México. Pero se oculta la suerte de los que nunca llegaron, cuya cifra se estima en torno a las 60.000 personas. Siendo muchos los que salen y pocos los que llegan ¿qué ha pasado con los otros?
En este punto todo resulta bastante sencillo. Se supone que han sido víctimas de la delincuencia, del crimen organizado en un pais dónde el tráfico de órganos es la cuarta causa de desaparición de los inmigrantes, que deja más dinero incluso que las drogas. Es al mismo tiempo un tema que a nadie interesa tratar, con tres partes definidas: los traficantes, los médicos que hacen el trasplante ilegal y los políticos que lo encubren. Como siempre  la política y la moral... ¿están separadas? El modelo español ha elevado a nuestro país a un envidiable lugar en el mundo en tasas de donación y trasplante.
Cierto que la sanidad española funciona muy bien en el abordaje de estas intervenciones de "alto nivel", no así en otros niveles inferiores. Todo eso es cierto. Sí. Pero hay que tener en cuenta que un trasplante conlleva conocer el origen del órgano y que la donación surte un porcentaje limitado ¿quizá un 25 por ciento de esas necesidades?
 Según la organización "Organs Watch" contra el tráfico ilegal de órganos, el año pasado se vendieron 30.000 riñones en el mundo. Un riñón suele costar sobre 80.000 dólares, un corazón 120.000, pulmones, hígados, intestinos... En estas condiciones fácil es concluir que lo que podría interpretarse como un notable avance de nuestra medicina se está convirtiendo en un grave problema de ética.