Cartas al director

los chicos de la barriada

 Les he dicho, que aunque nos vistiésemos de pantalón corto, zapatitos de charol o gorritos de marinero, jamás podríamos retroceder a nuestra infancia, ni a nuestra maravillosa juventud.
Durante una hora de cada capítulo de la magnífica serie cuéntame como pasó, es posible que nos hayamos sumergidoen nuestros recuerdos y revivido, tan solo por una hora semanal, parte de nuestras infantiles y juveniles vivencias, pues parecidas eran.
La realidad nos lleva ahora a una edad más avanzadea. Los chicos de la barriada, nos resistimos a abandonar aquellos años sesenta y setenta, reuniéndonos al menos una vez al año, para recordar aquella que se ha hecho en llmar décadas prodigiosas. para todos nosotros, lo ha sido. Crecimos al lado de lo que fué una potencia industrial, la fábrica de Álvarez, con nombre comercial de Porcelanas Sta. Clara. Así se llamaba nuestro barrio, Sta. Clara.
Adelantado a su tiempo, urbanísticamente muy bien diseñado, buenas aceras, grandes patios. Nuestros padres y muchas madres, trabajan en su mayoría en aquella gran industria. Al toque de sirena de entrada y salida, eran miles de personas andando, o tomando el tranvía para sus casas. D. José y Doña Carmen, los profesores en aquellas dos aulas de colegio, una de niños y la otra para niñas (cosas de la época), ubicado en el mismo barrio, nos enseñaron las primeras letras, abriéndonos las puertas a la cultura, y de aquella, también a la educación. D. Arturo, el antiguo párroco, hombre serio, tal vez muy disciplinado, pero que hizo buenas cosas por la parroquia. D. Manuel actual párroco, D. Avelino, D. José Luis, coadjutores, recién salidos del horno del seminario, jóvenes y buena gente,  supieron conectar con todos nosotros y han contribuido a nuestra educación y formación. Era un barrio plurinacional (que se dice ahora) o más bien internacional diría yo: checos, alemanes, extremeños, andaluces, madrileños, asturianos y como no... en candelero hoy, catalanes. Allí convivíamos felices sin importarnos la región de cada cual. Las tiendas del barrio: de Rosa, de Vázquez o de Mercedes, eran los súper de hoy. Con que poco, pero más que suficiente, nos hemos conformado. Nuestro propiocine de barrio, el Caramuxo. En él aprendimos a tirar con arcos y flechas de indios, con pistolas de vaqueros y a luchar con espadas romanas y seguro, que a odiar las guerras, de tanto ver "pelis de guerra". Pero probablemente, también aprendimos a amar, a querer. ¡Qué tiempos!... Nuestros partidos de fútbol, o de baloncesto o incluso de beísbol. Los "retos" de fútbol contra nuestros amigos de Barreiro o Cabral, barrios colindantes. Jugar al trompo, a las canicas, a las chapas. Hacer cabañas de cañas y ramas. Los títeres o un pobre circo cuando se acercaban al barrio en verano, donde cada vecino llevaba su banqueta. Las puertas de las viviendas abiertas en verano. Madrugar en vacaciones para jugar, jugar y jugar al aire libre. Los tirachinas, las guerras entre los niños de distintos barrios. El tonteo infantil o juvenil y la carta que dirigías a la chica que te gustaba, o viceversa. Ir a bañarse al "peirao" del entonces limpio río Lagares, sin permiso de tus padres. La toalla escondida o sino ¡viva la vida! en bols ¿Y el tranvía?... que privilegio haber gozado de aquel medio, cuantas historias. El pase de estudiante, la búsqueda del billete capicúa. Las cabezadas mañaneras conel traquetreo cuando ibas al cole. El apearse en marcha, una aventurilla. El arenero, recipiente al lado del conductor, y que nos servía para tirar piedrecitas minúsculas a las chicas que por las aceras pasaban. ¡Vaaamonos!, ordenaba el cobrador con su cartera de cuero en banda, al conductor para que arrancase. Miles de recuerdos de infancia y juventud, que tan solo seguiremos contándonos a modo de historietas de abueletes, en torno a una mesa. pero y... ¿qué importa?, si por unas horas somos aquellos niños, aquellos felices chicos de la barriada.