Cartas al director

El diálogo político

Es muy importante, útil y necesario. Para resolver los conflictos politicos dentro del margen legal que nuestra Constitución nos ofrece y serán, las oportunas intervenciones políticas, acompañadas del (cómo, por qué y para qué) quien nos puedan aportar vías de encuentro que materialicen soluciones oportunas y útiles para la convivencia ciudadana. Ello será posible si existe la voluntad política para llevarlo a cabo.


Lo distinto y distante será la perversión del diálogo. Como pretenden llevar a cabo hoy la extrema izquierda y sus compañeros de viaje, los nacionalistas y una infinidad de cómplices que con su mantra repetitivo que hoy utilizan, el mismo como interlocutor asimétrico y confuso, para seducir y confundir a la vez a la sociedad, alegando falsamente que es la derecha quien se niega a dialogar, o acusan al presidente Rajoy de inmovilista. Y aquí surgen dos ejemplos muy llamativos y complejos (La Venezuela actual y la deriva separatista catalana) Ello nos obligan a una gran reflexión, capaz de rescatar la cordura y la credibilidad necesaria para seguir propiciando la unidad nacional y la codiciada concordia que facilite la recuperación económica, social y política. Qyue ya está en marcha hoy y conjuntamente con la convivencia y la paz ciudadana, puedan unidos, alcanzar el deseado progreso en una España en libertad.


Lo de Venezuela hoy, ya rebosó el vaso del diálogo de sordos. Que Zapatero se encargó de convertir en ramplón y guarida de cómplices. De la tragedia que hoy vive aquel entrañable y solidario pueblo (mediador impuesto a dedo por Maduro y la Cuba castrista), sin el consenso de la oposición. Para subyugar aquel pueblo a los destinos del nuevo comunismo con disfraz de socialismo del siglo XXI. Contra todo y todos, ya se revela hoy aquel pueblo. Que ya tomó la calle hace ya dos largos meses y se niega a abandonarla, a pesar de haber sufrido (más de sesenta muertos, vilmente asesinados por las fuerzas represivas y sus milicias armadas con miles de heridos y otros tantos detenidos, hoy prisioneros de las cárceles inhumanas del régimen Chavista. Hoy ya desesperados, hambrientos... y arrechos. Lanza un SOS al mundo libre. El mismo que Zaptero abandonó hace años para fundar su Alianza de Civilizaciones, o guarida de yarditas. Y pagar con el dinero de todos los españoles y pretende seguir la fiesta, con orquesta y barra libre.


Cataluña, hoy, merece un capitulo aparte. Por la amenaza latente que viven todos los españoles. A pesar del mantra del diálogo confuso, ya convertido hoy en traicionero y ramplón, que algunos medios de comunicación, sus periodistas y algún tertuliano (tarifado) Mañana, tarde y noche, se encargan de divulgar y mal utilizan para disfrazar sus intereses políticos que saben y les consta que son falsos y traicioneros por conspirar abiertamente, contar los intereses nacionales, y además para hacer efectivo su diálogo tramposo, saben que hacen falta dos y no la imposición de uno, como ellos pretenden, para acusar indebidamente al Sr. Presidente, de inmovilista o corrupto. Pero todo vale, pero tratan de acorralar al PP y a España, ayudando si, al insensato desafío, que hoy pretenden algunos catalanes y cómplices ya identificados. El generalizar con falsas acusaciones es la fórmula que Marx impuso como un dogma en las izquierdas y Allende patentó en el 73. Que a la vez le sirve de corafuegos para esconder todos sus errores y corruptelas de la izquirda que en el caso español son superiores en cuantía y escándalo político a las del PP. pero eso debe esconderse, porque es la consigna. Vista la realidad que hoy viven, Venezuela y Cataluña. Los españoles llegamos a la conclusión de que el diálogo murió y certifico la misma, la hipocresía y el mal uso del mismo, que hoy nos obligan a la acción regeneradora y solo queda la coordinación y puesta en marcha de la misma, ya que nuestra democracia tiene los mecanismos útiles y necesarios para su protección. Sólo nos queda, como consuelo, el utilizarla debidamente para no provocar más desconcierto y desesperanza en la ciudadanía. Es la ley y solo ella quien tiene hoy la palabra.


Lo decía Martin Luther King: No me duelen los actos de la gente mala y perversa, me irrita, sí, la  indiferencia hipócrita de quienes fingen ser buenos.