Cartas al director

La familia

Gran cosa la familia, imprescindible para que el mundo funcione como debe.
¿Quién la fundó? Es cosa de Dios. Su propio hijo, Jesucristo, formó la suya: Jesús, María y José, para darnos ejemplo. Pero muchos regímenes están contra la familia, les estorba. No la suya particular, sino la de los otros. Los que mandan, no todos pero sí muchos, prefieren gobernar individuos, uno a uno. Las ramas sueltas las empujas a tu antojo, pero un árbol, raíces, tronco, ramas, hojas, frutos, no hay quien lo mueva. Y eso es la familia: abuelos, padres, hijos, nietos. Algo irrompible, firme, construido sobre roca.
Tenía yo más de cuarenta años y siete hijos cuando empezamos a ir a la nieve a esquiar. A la madre de las criaturas, también a mí, nos ilusionaba que nuestros hijos conocieran otros modos de divertirse, no solo fallas y carnavales. Como anécdota recuerdo que en Cerler, una noche, salí con toda mi prole a cenar. Mi esposa, muy cansada, había preferido quedarse en el hotel. Y el camarero, al tomar nota de la comanda me preguntó: “¿Usted es el tutor de este enjambre?”. “No, soy su padre”.
Otro recuerdo, no se me olvidará nunca, en el Pas de la Casa, dos de nuestras hijas, gemelas, de apenas dos años, las subía su madre de la mano nieve arriba, y allí sentaba a cada una en su trineo y las soltaba. Y en apenas unos segundos recorrían poco más de veinte metros. Y una vez abajo vuelta a subir. Así una y otra vez, qué constancia. Eso no hay nadie en el mundo que lo pague, solo el amor. No me pregunten qué hacía yo mientras, estaría con los hijos mayores, enseñándoles y aprendiendo.
Y el éxtasis fue tiempo después, en Cerler. La más pequeña, una miniatura de crío, era la segunda vez que esquiaba, y tan pronto puestos los esquís salió disparada y yo, su teórico protector, a trancas y barrancas apenas la podía seguir. Y de pronto veo que se sienta sobre los esquís.
Creía que caía pero no. Continuaba pendiente abajo a toda prisa. Se agachaba e incorporaba a placer, una vez y otra. Esquiaba con una despreocupación supina, como si el peligro no existiera. Yo le pedía a su ángel de la guarda que la protegiera, pero ni me escuchaba. Debía estar muy ocupado en ello.
Las familias son así, saben organizarse solas, pero en ocasiones necesitan que un ente superior, el Estado, las proteja. ¿Lo hacen? ¿Lo harán?, ¿cuándo?.