Cartas al director

Cerezos en la vía pública

Sí; en nuestro interior tenemos buenas zonas para la plantación de olivos, donde por Orense ya se dejan ver algunas, y según algunos “veteranos” parece ser que ya hubo más de las que hay. Ahora vamos a dejar al propio Sr. Feijoo, Presidente de la Xunta de Galicia, interesado en la plantación de castaños, como nos prometió, muy recientemente, para luego pedirle ayuda -si tenemos oportunidad-, para entre otros la repoblación de Robles y Alcornoques, madera especial para determinados usos, que ya malamente se encuentran por los montes para recordarlos. 
Hay fincas, algunas cercadas y bien cercadas, pobladas de pinos, eucaliptos y matorrales que la naturaleza bien que se encarga de abastecerlas a la redonda, pero no se ve nada de una buena plantación de robles, amén de que producen buenas “bellotas” con las que alimentar cerdos, para su buena y especial carne. Para esto hay que tener iniciativa y mojarse y que el gobierno a su vez trate de ayudarles y no cargándoles de impuestos. 
El gobierno, a falta de iniciativas privadas, debiera indicar zonas apropiadas para su explotación, captando a decididos para otro medio de vida, y no pensar solo en un empleo profesional, de donde quiera que venga, que igual no aparece nunca. ¿Y la fruta? Recuerdo muy bien, con ocho o diez años cuando íbamos a la escuela, y concretamente en a “Granxa”, donde teníamos la nuestra, aquellas buenísimas cerezas grandes para comerlas al ponerse algo rojas, que pendiendo de sus árboles, con provocadores ramilletes, a unos dos metros de altura, que animaba subir a por ellas, si no fuera por el exceso de vigilancia de los propios dueños o vecinos. Las había en todas las fachadas de las viviendas, al borde de la acera y bordillo de la carretera, 2, 4 ó 6 árboles, según sus frentes. Extraordinarios verlos floridos entre los meses de marzo-abril. No recuerdo por que desaparecieron. 
¿Otra fruta? Si claro, por entonces había en el pueblo entre otras muchas, las higueras del higo blanco y negras grandes, para poder competir, pero hay que saber defenderlos en las ferias, insistiendo en sus cualidades, para cobrarlas. Los de la higuera real, de buena calidad, al último caían de maduros y secos, estaban muy buenos. Brevas especialmente grandes que no he visto por aquí,  las tenía el Sr. Abad de la parroquia, centenaria ella, la que se cayó de seca y de vieja, donde se reprodujeron algunas de las que mi hijo tiene una.
Por lo general todos los vecinos del pueblo teníamos algo que robar a todos más, menos.  
No se explota nada la producción de pavías, tan populares en la zona Judicial de Ribadavia incluso, presumo yo, de haber injertado un “pesegueiro” -de la familia de esos frutales- que estaba cayendo con los años que tenía, en un pequeño solar, en la c/ T. Leal, esquina con C/ del Pilar, aquí, en Vigo, con satisfactorio resultado, hasta que secó. Y así podemos decir de las cerezas de Beade.