Cartas al director

Alimentación responsable

¿Qué es lo que hace que una larva de abeja se diferencie durante su desarrollo y se convierta finalmente en una reina? ¿Qué empuja a sus hermanas a seguir unos derroteros genéticos diferentes y transformarse en un ejército de obreras al servicio de la todopoderosa reina? La respuesta no está solamente en la expresión de los genes sino también en los factores externos que controlan dicha expresión. Hoy sabemos que en esa transformación influyen factores ambientales (factores epigenéticos) como la alimentación. Las cuidadoras de la reina, en las primeras etapas larvarias, la alimentarán exclusivamente con jalea real, mientras que la dieta de sus hermanas será a base de polen. Será este factor el responsable de que sufran un proceso de diferenciación que finalmente genere individuos fenotípicamente distintos. Las biomoléculas constituyentes de estos nutrientes provocan cambios en el ADN que inhiben de alguna manera la expresión de determinados genes. De este modo la reina y las obreras, no expresarán los mismos genes, desarrollando características morfológicas y fisiológicas diferentes.
Existen estudios que relacionan directamente la toma insuficiente de ácido fólico por parte de las mujeres embarazadas, con la aparición de ciertos trastornos del feto durante su desarrollo. Otros concluyen que los descendientes de mujeres, gestados en épocas de hambruna, presentan alteraciones que ocasionan enfermedades como la diabetes, trastornos cardiovasculares u obesidad, con mayor probabilidad que sus hermanos gestados en épocas donde el aporte nutricional de la madre fue más equilibrado. 
Estas evidencias nos llevan a corroborar la importancia de una buena alimentación. Consumir frutas, verduras, no excedernos en determinados alimentos, etc. son hábitos alimenticios que repercuten positivamente en nuestra salud, en la prevención de enfermedades y en una mayor esperanza de vida. 
Pero los efectos de la alimentación pueden ir más allá y estar implicados en la salud de generaciones posteriores, ya que las alteraciones epigenéticas pueden transmitirse a la descendencia y perdurar en esta. ¿Sería, por tanto, un ejercicio de responsabilidad para con nuestros futuros descendientes seguir una dieta sana y equilibrada? Sin duda. Nos encontraríamos ante la idea de la transmisión de caracteres “adquiridos” a la descendencia. Es lo que algunos llaman ya Neo-Lamarckismo y, por qué no, contemplar la romántica idea de la reconciliación del Lamarckismo con el Darwinismo. Pero eso ya es otra historia...