Cartas al director

Teresa de Jesús, alma de fuego

 Este mes de agosto, Santa Teresa de Jesús  nos convoca en Ávila, su ciudad natal, donde dentro de su recinto amurallado vivió y del que salió para emprender sus fundaciones. La santa andariega, la escritora brillante, tiene algo que decirnos con palabras  imperecederas, encendidas, con corazón ardiente propio del que lleva a Dios dentro de sí. Ella fue ante todo una mujer, valiente, sensible, decidida, inconformista, emprendedora, humana pero divina. Teresa de Jesús nos enseña que ser humilde no es bajar la cabeza y mirar al suelo, sino andar en verdad y mirar hacia el cielo.
Hoy, al igual que entonces, vivimos “tiempos recios” en los que “son menester amigos fuertes de Dios que no escondan el talento” para dar a conocer a Cristo, para ayudar a los más débiles, a los marginados, y acompañar a los descartados en esta sociedad utilitarista.
 Su verdadera conversión se produjo ante la contemplación de un “Cristo muy llagado”; ese día muere Teresa de Ahumada y nace Teresa de Jesús. Muere el gusano  de seda y nace la mariposa.
Esta mujer examinada muy de cerca por la Inquisición y que vivió incomprensiones dentro de la Iglesia, ante la visión de ese Cristo que camina siempre a su lado, que tiene morada en lo más hondo de su alma, de su “castillo interior”, escribe  las palabras más bellas salidas de su pluma dedicadas a  Cristo, ”la luz que no tiene noche”.
 Su coraje y su carácter en el que se plasma nítidamente la fuerza indeleble de Dios hizo que levantara conventos de carmelitas descalzas , pequeñas iglesias,”palomarcicos de la Virgen” con el fin de orar por la Iglesia.
Estamos ante una mujer que vivió hace cinco siglos, pero que es actual no sólo para los consagrados sino también para los laicos, ese “gigante adormecido de la Iglesia”. En la persona de su fundadora quiero mostrar mi agradecimiento a las carmelitas descalzas, que desde su vida retirada, hacen tanto bien con su oración,  la llave del "castillo interior".