Cartas al director

Mamá no me falles

La belleza de la maternidad, la grandeza de portar en el seno materno una vida incipiente, se opone a la atrocidad del aborto. El ser humano, desde el momento de la concepción depende de su madre; sin ella no puede vivir, necesita que lo proteja y lo alimente dentro de su vientre. Nos encontramos ante una mujer que ama desinteresadamente a su hijo, y con un hijo que ama a su madre sin conocer siquiera cómo es. Una mujer puede percibir sin hacerse ninguna prueba cuando hay un nuevo ser dentro de ella, que será su compañía durante nueve meses; desde ese momento hay un instinto inconmensurable de protección y de amor hacia ese ser humano.
Debido  al avance de la técnica, hoy sabemos cada vez más cosas de la vida prenatal que no dejan de sorprendernos por su belleza. Pero, ¿espera una madre con la misma alegría que nazca su hijo  con la que él desea ser abrazado por ella? Rotundamente sí, pero en muchas  ocasiones la alegría que debiera ocasionar el descubrimiento de un embarazo se convierte en un conflicto para la mujer. Por desgracia, es muy frecuente que  tras un embarazo imprevisto las mujeres sean presionadas a abortar o condenadas a  la soledad y al desamparo. Ante estos factores recurren al aborto, no porque quieran matar a su hijo, sino porque no encuentran alguien que les acompañe en su angustia  y les aconseje honestamente. Debemos acompañar a estas mujeres, sin reproches, sin condenas, para que nos abran su corazón, poder escucharlas y realmente ayudarlas. Ante esta evidencia, es una enorme barbaridad decir que el aborto es una conquista feminista. El aborto es una solución machista a una situación  de angustia  de la mujer que ha de ponerse  sin demora encima de la mesa; salvar vidas es la mayor prioridad en una sociedad, a no ser que esté enferma y en decadencia. Gracias al aborto, el padre se desatiende de las consecuencias  que conllevan unas relaciones sexuales irresponsables,  abocando a la mujer al aborto y cargando sobre ella todo el peso moral y psíquico que esto supone. En este punto, el personal sanitario tiene  una gran obligación, que contrajo el día que descubrió que la medicina era su vocación de salvar una vida y de ayudar a una mujer angustiada.
“Mamá no me falles. Yo no entiendo de leyes, de dinero, ni de votos; tan sólo deseo abrazarte.”