Cartas al director

la asunción de maría

 Según el dogma de la Asunción en cuerpo y alma al Cielo, la Virgen María, terminado  el período de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celeste. La solemnidad de la Asunción significa la glorificación del cuerpo y el alma de la Madre de Dios, unida de forma especial al triunfo definitivo de Cristo sobre el pecado y la muerte. 
El misterio de la Asunción es un triunfo mariano de la resurrección de Jesús. ”Es de esperar-afirmaba Pío XII-(...) que la fe en la Asunción corporal de María al Cielo haga más firme y activa la fe en la resurrección”. La Virgen murió para configurarse con Jesús, que quiso someterse también a la muerte, aunque no había tenido pecado alguno (…)y exaltada por el Señor como Reina del Universo para que se asemejara más plenamente a su Hijo, Señor de los que dominan y vencedor del pecado y de la muerte”(LG59).Así pues, con el dogma de la Asunción gloriosa se relaciona el privilegio de la Realeza de María. Este dogma es además un signo de esperanza para la Iglesia peregrina.”La Madre de Jesús, de la misma manera que ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y principio de la Iglesia consumada” (LG68)
La Asunción es nuestra ruta y nuestra meta. María es una Madre cercana y un modelo accesible, eximia por su ejemplo perfecto de todas las virtudes. Santa Teresa de Lisieux decía poco antes de morir: ”Lo que me hace bien es imaginarme en María una vida enteramente ordinaria. Todo en su vida se hizo como en la nuestra”. 
El dogma de la Asunción nos enseña el recto camino hacia la meta final. María nos ha marcado el camino y nos ha señalado nuestro destino final. Desde el momento en que María es glorificada en cuerpo y alma, se convierte para todos los discípulos de Jesús en camino y meta. Por haber sido Ella la primera y más perfecta discípula de Cristo, es la ruta segura para caminar hacia Él, ya que nos muestra la meta en cuya consecución se nos ha adelantado  desde su gloriosa Asunción. María peregrina con nosotros y se nos muestra como signo de consuelo, auxiliándonos con su eficaz intercesión. María en su Asunción  resplandece como  un camino que recorremos en su compañía con la firme esperanza de alcanzar la felicidad eterna.