Cartas al director

envenenar gatos es un magnífico entrenamiento

 Derivada de la reciente masacre de gatos en el centro de esta ciudad, convendría realizar una serie de reflexiones y matices de índole antropológica, biológica y urbanística. Para empezar, se sabe perfectamente en psiquiatría y en criminología que los asesinos en serie de animales humanos practican desde la más tierna infancia en la tortura, mutilación y asesinato de animales indefensos (nunca con alguno que le plante cara). Por tanto, el ejecutor del reciente envenenamiento de catorce gatos en la calle Reza, simplemente se entrena con la intención de alcanzar un día un buen grado de perfección que le permita llegar a la para él, realmente, más codiciada presa, la cual son sus propios semejantes. 
Piénsense los vecinos que sepan quien fue el miserable (a buen seguro que los hay) que, por consiguiente, no les conviene nunca darle la espalda y ofrecerle la nuca. 
Hace la friolera de 5.000 años, en Egipto, la mayor civilización de todos los tiempos, se domesticó al gato al darse cuenta ellos de que sus enormes (para esta época) ciudades sucumbían a las legiones de roedores sin la contribución del Felis silvestris. Matar a un gato suponía la misma pena hacia el verdugo y cuando en una familia moría un gato (el que defendía sus cosechas de ser arrasadas por las ratas), sus miembros se afeitaban las cejas y el luto por él duraba lo que tardaban en volver a crecer. Por este motivo hay tantas imágenes de esta cultura en donde falta este rasgo facial. 
Para finalizar, conviene saber que cuando la URSS era la nación más avanzada del mundo, en varias monografías del MOPU español, quedó registrado como los urbanistas rusos, desde Moscú, la ciudad más vanguardista del planeta, advertían sobre la necesidad de conservar espacios silvestres, “solares abandonados”, distribuidos en teselas en medio del seno urbano para que, en ellos, la propia dinámica natural afianzase elementos bióticos, tales como gatos, murciélagos, vencejos, golondrinas e insectos colaboradores en el control de las desmesuradas demografías de fauna socialmente perjudicial, tales como ratas, moscas y mosquitos, obligadas a medrar de forma antinatural por la propia rotura ecológica que supone el mismo aglutinamiento humano urbano. Claro que la diferencia está en que los moscovitas, a un “solar abandonado”, no le otorgaban el fin de ser inundado de basura como suele ser aquí, ni se especulaba tanto con el suelo. 
La originalidad consiste en volver al origen. Envenenar gatos no es nada original, ya se ha hecho muchas veces en la modernidad, es mejor conservarlos tal como siempre se hizo.