Cartas al director

desde la utopía a la realidad

La experiencia muestra que las teorías, tarde o temprano, acaban llevando a la acción. A lo largo de al menos un par de siglos, el nacionalismo ha ido cultivando pacientemente una formulación teórica a la que parece haberle llegado el tiempo de una acción más ambiciosa: la independencia. Todo ello apoyado en el poder económico y en el control de medios de comunicación, para difundir un programa ideológico que ofrece un destino colectivo del que parece difícil escapar: la utopía ocupa el lugar de la realidad. El lenguaje utilizado en la propaganda de masas y el manejo de la educación de la juventud, transformada en medio de ideologización, llevan a la transformación de la historia y a la difusión de la leyenda negra que califica a España como opresora. Esta acción prolongada en el tiempo tiene una primera consecuencia: se incrementa el número de conversos.
¿Cómo ha podido llegarse a esta fase tan caliente? Sin duda, las causas han sido múltiples, nacidas unas de los tiempos que vivimos: como el desinterés de los ciudadanos por la cosa pública, junto a otras que tienen su origen en la Constitución que nos dimos en el 78. La puesta en marcha de las autonomías ha supuesto el reparto del poder entre el Estado y las autonomías, aspecto inicialmente pacífico y racional, que ha acabado por convertirse en una exigencia imperiosa de los partidos nacionalistas, que no siempre se ha resuelto a favor de los intereses de la nación española, e incluso, según algunos observadores, en su contra, de tal manera que se coarta la acción del Estado en esos territorios.
Después de 35 años, un efecto que quizá pueda pasar desapercibido, pero que parece de la máxima importancia, es la postración del 'ser español', siendo desplazadopor el 'ser local'. España parece indefensa ante las agresiones nacionalistas y una parte de los españoles se sienten cansados de la disensión. La estrategia de oponer argumentos económicos frente a sentimientos no parece que conduzca a ningún lado: la expectativa de una Arcadia feliz, conlleva con optimismo el esfuerzo para llegar a ella. Todoparece que la secesión no se producirá ahora, mas si el clima de cesión permanente no cambia, el futuro es previsible: solo tienen que esperar.