Cartas al director

¿Madre o directiva profesional?

Con frecuencia leo artículos o asisto a foros que tratan acerca de la incompatibilidad entre ser madre y alcanzar el éxito profesional.
Uno de los aspectos que más me llama la atención es que la mayoría de los puestos de dirección son ocupados por hombre, en empresas u organizaciones en las que también los puestos de consejeros y accionariado están en sus manos. Parece una incongruencia que esos mismos “hombres” se lamenten de la situación de sus congéneres cuando, en su mano estaría   solucionarlo. 
Pero por no apartarme del título, dejaré ese asunto para otra ocasión.
¿Madre o directiva?: “that is the question”.  Mi experiencia me dice que no son incompatibles en absoluto. Es más me atrevería a asegurar que la primera completa a la segunda. 
Estaremos de acuerdo en que la mujer cuando es madre adquiere o deja brotar una sensibilidad que es innata a su naturaleza, algo que, por mucho que nos empeñemos, no tiene el hombre.
Esa sensibilidad, que no es ñoñería, ayuda a mejorar la percepción de las necesidades del “nuevo personaje” que ocupará desde ahora una parte de su tiempo. Esta percepción conlleva volcarse más, pero no únicamente, en la persona sino también en buscar cómo organizarse para seguir atendiéndose a sí misma y a su entorno. Propiciar, demandar colaboración y ser colaboradora. Gestionar el tiempo y tener capacidad de decidir sobre la marcha en función de las circunstancias –de la demanda- del recién nacido. Y esto no sólo en los momentos iniciales, también a lo largo de los próximos años. 
Tengo algunos amigos que tienen una amplia familia. Madres que además de ejercer como tales, forman parte de algún consejo de administración o son directivas de primer nivel en multinacionales. Cargos que han alcanzado en connivencia con la maternidad. Cargos a los que han llegado con el conocimiento académico o profesional que ha sido potenciado con la experiencia maternal.  
Una de estas amigas me decía que tener 6 hijos la ha obligado a ser una buena directora de logística, pues cada uno tiene unas actividades, colegio, aficiones que hay que coordinar; buena directora financiera: “a cada uno le corresponde lo suyo y con lo que hay debemos vivir todos”; gestora de recursos humanos: “es necesario saber escuchar y dar consejo”; analista de riesgos: “los novios, amigos, etc…” y todo compartido con su esposo que aunque forma parte del “consejo de administración familiar” no siempre está de acuerdo, si bien discrepar también ayuda a ser buen negociador.