Cartas al director

nuevo año, viejos propósitos

 “Me aburrí de mi mismo, de mi propia paciencia” (Mario Benedetti)
Nunca me han gustado las despedidas, al fin y al cabo son cachitos inmateriales que escapan de mí mismo. Por ello, me niego a despedir al viejo año con el que he convivido. Menos aún el celebrar su marcha, camino de la emigración sin retorno, sin expectativas de nuevas miras que le enriquezcan. Siempre habrá uno nuevo que ocupará su lugar. Otro al que le prometeré mis eternos propósitos de enmienda.
Para no ofender al recién llegado, le confesaré que fumo más que ayer, que me entrego con  asaz entusiasmo en honrar a Baco, y que dedico más tiempo en destrozar inmisericorde a la literatura, para incordio de la redacción del benevolente periódico, que acoge mis disparatadas parrafadas. Podré, entonces, ofrendarle al neófito los viejos e incumplidos propósitos para cambiar el rumbo de mi existencia.
Jamás he escrito a los Reyes Magos, si creyente soy del credo republicano y escéptico del arte de la magia. Ya huérfano de padres, deseo tomarme la libertad de solicitar, como sufrido ciudadano español, a Mariano que mi pensión de jubilación no le sea indiferente. Cuesta cambiar de hábitos, y el mono del vicio abandonado acecharía. No se combate con metadona. La actual cuantía de mi pensión está más congelada que estos últimos días de diciembre.
Has de saber, Mariano, tú que nombras  ministros plenipotenciarios sin carrera diplomática, que no le haría ascos a una embajada en un país más cálido, si no reúno el mérito suficiente para acceder a puerta giratoria alguna, y la lotería me es esquiva, a pesar de ardorosas declaraciones de amor que le dedico. La ingrata dama  me pone astas con Montoro.
Aparta Mariano de ti el dicho de que palabras son amores y no buenas razones.  Más, ¡ay de mí!, sé que por el bien del país no lo harás, sabiendo, como sabes que no te voto nunca, y que soy acérrimo anti-madridista. Es que eres español, mucho español.
Me aburro de pedir siempre lo mismo. Ojalá, amigo que si lees esto, no estés en mi misma tesitura,  y que se cumplan tus ansiados deseos en todo el año, que ha pronto saldrá de la sala de partos. ¡Salud y República!