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Dos vigueses que hicieron historia

Elcano, con quien navegó Gonzalo de Vigo y Marcó del Pont, un vigués que triunfó en el siglo XVIII.
photo_camera Elcano, con quien navegó Gonzalo de Vigo y Marcó del Pont, un vigués que triunfó en el siglo XVIII.

El marinero Gonzalo de Vigo fue quizá el primer europeo que vivió en Polinesia y Buenaventura Marcó del Pont, pirata y alcalde permanente de la villa, y uno de los hombres más ricos del país. Dos vigueses singulares.

La historia de Vigo está cuajada de episodios llamativos, extraños y curiosos, a menudo sangrientos como la Batalla de Rande a principios del siglo XVIII, la Reconquista, a inicios del XIX o la toma de Pontevedra a mediados de la misma centuria, y también de personajes cuyo paso por la Historia ha quedado oscurecido pese a su importancia e interés. Dos resultan especialmente singulares y quizá poco conocidos pese a sus méritos. Uno, el marino Gonzalo de Vigo, probablemente el primer europeo que vivió en Polinesia, y otro el empresario, corsario y luego alcalde Buenaventura Marcó del Pont, a quien se le atribuye la donación a la ciudad de la imagen del Cristo de la Victoria. De Gonzalo de Vigo poco se sabe, salvo que estuvo involucrado en las dos expediciones fletadas desde la Corona hispánica a principios del siglo XVI para descubrir nuevas tierras y dar la vuelta al mundo, la primera con Magallanes y después con Elcano al frente, y en la segunda con el mismo protagonista. Gonzalo habría desertado en la primera navegación para instalarse en Polinesia, pero unos años más tarde pasó otro barco español y logró el perdón para volver. Hubo dos gallegos más en la expedición de Magallanes y Elcano y Gonzalo de Vigo que lograron regresar a España con vida, y ambos eran de Baiona, el marinero Diego Carmena y el grumete Vasco Gómez, llamado precisamente "el gallego".
La historia de Buenaventura Marcó del Pont comienza dos siglos más tarde, a mediados del XVIII, durante el reinado de Carlos III. Marcó del Pont había nacido en Cataluña, pero como muchos otros decidieron emigrar y asentarse como comerciantes en Vigo, poniendo los cimientos de la industria del pescado más allá de la pesca artesanal que hasta ese momento se practicaba. Fue un hombre muy rico, alcalde, corsario y quien ordenó reconstruir la Colegiata de Santa María. Puede ser considerado el creador del Vigo que conocemos: suyo fue el impulso para que la villa fuera ciudad. 

Gonzalo de Vigo, primer europeo en la Polinesia

Gonzalo de Vigo es un personaje del que apenas quedan unas pinceladas, aunque está rigurosamente documentada su fascinante historia. Fue uno de los hombres que participaron en la primera Vuelta al Mundo que inició Magallanes y continuó Elcano. El propio navegante vasco comandó poco después, en 1525, una segunda expedición hacia el Pacífico para descubrir tierras y colonizar las islas Molucas. En ese viaje moriría Elcano víctima del escorbuto. 
La expedición había partido con siete naos, pero una a una se fueron perdiendo. El 4 de septiembre llegó el único que quedaba a la isla de Guam. Inmediatamente, una gran cantidad de piraguas rodearon la nao a gran velocidad. Los abordó un grupo de indígenas. Pero de ellos se destacó uno, que en un perfecto castellano con acento gallego, les espetó: "Buenos días, señor capitán y maestre y buena compañía". Era  Gonzalo de Vigo, que había desertado en 1521, en las Islas Molucas quizá para asentarse en un lugar paradisíaco o por hacer fortuna. De una y otra forma, fue con seguridad el primer europeo que colonizó Polinesia. "Hallamos un gallego que se llama Gonzalo de Vigo, que quedó en estas islas con otros dos compañeros de la nao de Espinosa, e los otros dos muriendo, quedó él vivo, el cual vino luego a la nao e nos aprovechó mucho porque sabía la lengua de las islas", contó más tarde uno de los supervivientes de la expedición.
Gonzalo de Vigo pidió el perdón -era un desertor y la pena era la muerte- y por su amable llegada, más la ayuda que se comenzó a prestar a los enfermos de escorbuto, le fue concedida a bordo.
Luego, ya en Filipinas, intentó conversar  con los indígenas, pero el lenguaje era distinto, por lo que recurrió a la mímica. Gonzalo de Vigo quedó de  rehén de los indígenas para garantizar que el negocio se realizara a satisfacción de ambas partes y fue quien se dio cuenta de que los filipinos estaban muy alterados, por lo que pegó unos gritos para advertir a sus compañeros. Dio un par de empujones a los que tenía más cerca y salió corriendo, consiguiendo llegar a la chalupa donde sus compañeros le esperaban. No se sabe si volvió a España. 

Marcó del Pont, corsario y alcalde de la villa

 Buenaventura Marcó del Pont había nacido en Girona en 1738 pero ya en 1760 se le localiza en Vigo, entonces villa, en una novedosa instalación de salazón para la distribución de pescado en su tierra natal. Los Curbera, los Escofet o los Fábregas llegaron entonces y así dio inicio el desarrollo industrial de la pesca, que desembocaría en la conserva y haría de Vigo una gran ciudad. Marcó del Pont tuvo tanta influencia -falleció en 1818 ya en la Ciudad Leal de Vigo- que fue nombrado alcalde perpetuo y diputado entre otras muchas cosas, como cuenta el libro "Vigo en su historia". Como uno de los armadores más importantes de España, consiguió del rey Carlos III de España en 1773, las primeras concesiones para hacer de Vigo puerto de comercio con América.  En 1779 logró licencia de corso para hostigar el comercio naval británico y de sus aliados portugueses, con motivo de la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos. El corsario era un pirata protegido por la Corona siempre que atacara intereses extranjeros, sobre todo británicos, y famosos fueron los ingleses Morgan y Drake. Más raro era que los hubiera españoles, pero Del Pont lo fue. Hizo numerosas presas entre los buques que transportaban mercaderías entre los puertos portugueses y británicos, con artículos como sal, aceite, cueros y paños entre otros y se labró una fortuna. En agosto de 1800 sabiendo que se aproximaba una escuadra inglesa de 50 barcos que iba a desembarcar en Vigo reunió 800 hombres y cañones en Bouzas para defender la plaza de Vigo impidiendo que la escuadra atracara en la ciudad. 
Las cantidades prestadas al Estado y a la Corona ascendieron a un total de 51 millones de reales, una suma astronómica para la época, prueba de su poderío. En Vigo tuvo pazo cerca de Redondela -Pousadoura- y casa en Areal, demolida en 1830 para construirse el inmueble hoy municipal que acogió el Rectorado y el Gobierno militar. Pero quizá su mayor contribución visible fue como alcalde permanente en 1817, cuando ordenó la reconstrucción de la Concatedral de Santa María de Vigo. Donó personalmente la talla del Cristo de la Victoria a la ciudad, que ya era conocida. Su barco corsario tenía el viguista nombre de  "Cristo de la Victoria".  

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