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Dos viguesas caen en el olvido pese los indicios criminales

María Victoria y Francisco Fernández
photo_camera María Victoria y Francisco Fernández

La reactivación del caso Sonia Iglesias rescata otras desapariciones archivadas en Vigo
 

nnn El esclarecimiento de la desaparición y muerte de la joven Diana Quer ha supuesto un revulsivo para la revisión de otros casos similares. La onda expansiva de este éxito ha tenido en Galicia su primera consecuencia, la reactivación de las pesquisas sobre el paradero de la pontevedresa Sonia Iglesias, de la que no se tiene noticias desde hace ocho años. Vigo está a la espera. Junto a los crímenes sobre los que no hay autor conocido, en los archivos se guardan las despariciones inquietantes de dos viguesas, cuyo rastro se perdió hace más de una década.
El 3 de diciembre de 2004 fue la última vez de la que se tienen noticias de María Victoria Méndez y de su pareja, Francisco Fernández Golpe, ambos vecinos de Cabral.  Nadie sabe qué ocurrió el día en el que la pareja tenía previsto viajar al Pirineo oscense para pasar el puente de la Constitución en la nieve con unos amigos. Francisco y Victoria dejaron las maletas hechas en el interior de su casa de la carretera vieja de Madrid pero nunca regresaron a por ellas. Tres días después de que la familia pusiera una denuncia en Comisaría ante la falta de noticias, una patrulla de la Guardia Civil encontraba un coche calcinado en el Monte de A Risca, en la parroquia porriñesa de Santa María. Se trataba del Volkswagen Golf de la pareja. En su interior, ni rastro de los desaparecidos pero sí varios impactos de bala, que hacían sospechar desde un primer momento el destino fatal de la pareja.
El caso pasó primero a manos de la Guardia Civil y posteriormente a la Unidad de Homicidios y Desparecidos de Madrid que en colaboración con el grupo de Secuestros y Extorsiones estuvieron a punto tres años después de desenmarañar el caso.
La falta de cadáveres y de pruebas que ardieron en el coche complicaron el inicio de la investigación que durante mucho tiempo llevó a los agentes policiales a seguir todo tipo de pistas e incluso a utilizar un geo-radar para hallar algún resto humano. La búsqueda se hacía a escasos metros de donde aparecía el coche, en un espacio donde en ese momento se estaba vertiendo tierra de obra. Los intentos fracasaron. Sin embargo, la Policía logró localizar a cinco personas con las que supuestamente las víctimas habrían mantenido negocios de drogas. Los individuos fueron interrogados durante más de doce horas y finalmente quedaron en libertad. La filtración de dichas detenciones, violándose el secreto de sumario, fue, según la Policía, clave para el fracaso de la operación.
Cuatro años después, el 1 de abril de 2008, Ana María Fernández Barreiro, de 37 años, regresaba desde Vigo a Cádiz (lugar donde residía) tras pasar un tiempo en su ciudad natal. Lo hacía en su coche junto a su marido y su hijo, de 10 años. Durante el trayecto, mantuvo una discusión con su pareja en un punto de la A-52 entre Porriño y A Cañíza, ambos salieron del coche  y se adentraron en una zona boscosa, pero sólo regresó él. Un mes después, el marido puso la denuncia de desaparición, aseguró que creyó que ella había vuelto al domicilio paterno. El juzgado de Violencia abrió una causa en la que el hombre llegó a declarar como investigado, pero acabó archivándose. El marido negó en reiteradas ocasiones haber tenido nada que ver con esta desaparición. Declaró que discutieron y ella se fue. Ana María y su familia se habían trasladado a Vigo para cuidar de sus padres que habían sufrido un accidente de tráfico. Al parecer una desacuerdo con los hermanos le habría hecho regresar a Barbate, donde residía, pero en el camino, se originó una discusión con el marido porque ella quería regresar. Ahí se pierde la pista. El hombre llegó a dar varias versiones sobre el punto en el que ella se bajó del coche, llegando a señalar la plaza de los caballos, si bien después rectificaría. En 2013, el hallazgo de un cráneo en un monte de A Cañiza reactivó su búsqueda. La Guardia Civil peinó sin éxito los alrededores. n

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