MIGUEL CUERVO Cirujano plástico y miembro de la expedición Abancay

“Los pacientes en Perú andan hasta seis horas para que les operemos”

MIguel Cuervo es cirujano plástico y ejerce en la privada.
photo_camera MIguel Cuervo es cirujano plástico y ejerce en la privada.

El vigués Miguel Cuervo es cirujano plástico, trabajó en el Complejo Hospitalario de Vigo desde 1981 y ahora ejerce en la privada. Participó en la primera campaña médica a una localidad de los Andes de Perú y regresa en noviembre. Atesora cientos de anécdotas de esta experiencia vital que cuenta con gracia y que darían para escribir un libro.
 

nnn La ONG Children's Abancay emprenderá en noviembre su segunda campaña sanitaria en un área de las montañas de Perú que lleva sello vigués. La primera expedición, liderada por el cirujano plástico Miguel Cuervo en 2013, se saldó con 40 intervenciones en la Clínica Santa Teresa de Abancay que gestiona Cáritas. Del 11 al 28 de noviembre de este año intentarán realizar 50 operaciones de urología, porque esta vez además de Miguel Cuervo viaja el jefe de Urología del Complejo Hospitalario Vigués, Antonio Ojea, el anestesista Manoel Martínez, la enfermera Begoña de Anta y el capellán del Cunqueiro, José Juan Sobrino, porque es el vicepresidente de la ONG y responsable de la logística. A día de hoy ya tienen lista de espera de profesionales sanitarios que se ofrecen para nuevas campañas y hay una cuenta abierta para colaborar con donativos (ES85-0075-8901-58060-33458-26).
¿Cómo se embarcó en esto?
Me lo propuso José Juan en la cafetería del hospital. Era una campaña de cirugía plástica enfocada sobre todo para labios leporinos y secuelas de quemaduras. Primero se hace una campaña de divulgación en el área que cubre Abancay  y, supervisado por alguien de la especialidad, se recogen todos los casos, se reenvían aquí, se seleccionan y es llegar y empezar a trabajar. En cirugía plástica es fácil consultar porque se usan fotografías, dio buen resultado.
¿Qué esperaba encontrar?
Muchas veces cuando te hablan de este tipo de misiones parece como si fueras a ir a la selva. Abancay es una población de diez mil habitantes, que tiene una clínica, Santa Teresa, con una consulta de medicina general y que según los momentos y la demanda hay ginecólogo, radiólogo, dentista... y acuden campañas como la nuestra de otros países. Se facilita unos ingresos a la clínica y se presta un servicio. (En Abancay hay otros dos hospitales, uno que es exclusivo para funcionarios y otro público pero con precios inasequibles para buena parte de la población que opta por remedios caseros, el chamán o la Clínica de Santa Teresa).

Para alguien acostumbrado a equipos de última generación, ¿cómo fue trabajar allí?
Fue una experiencia buenísima. No es que yo presuma de que me gusta casi un hospital de sangre como en las guerras pero no es ni mucho menos esa imagen romántica. Uno ya tiene unos años y una experiencia como para resolver las cosas sin demasiados medios, y como se escoge la patología previa no hay sorpresas. De todas formas  la clínica es un quirófano que de primera impresión es como cualquier otro, aunque con algún déficit de medios. Para evitar eso llevábamos de aquí material quirúrgico (el suyo)  y material desechable.

¿Fue difícil llevar el material?
Nos pusieron bastantes dificultades en la frontera. Me preguntaban si tenía factura. Era un material con el que llevaba trabajando desde el año 81 y no tenía. Tuvimos que pagar un depósito para poder pasarlo, nos ayudó Cáritas de Perú a llegar a un acuerdo.

¿Después lo trajo de vuelta?
No, después lo doné todo.

¿Son muy diferentes los pacientes de esa zona de Perú?
La patología es la misma, pero el carácter es diferente. Abancay cubre una superficie como cuatro quintas partes de Galicia. Los pacientes son super entregados, para recorrer 50 kilómetros necesitan a lo mejor seis horas, con lo que a las revisiones ya no vienen. Contamos con que en algunas zonas existen pequeños centros asistenciales a nivel de un practicante para ayudar a que no vuelvan. Hacemos sobre todo cirugía ambulatoria. No se trata de hacer grandes intervenciones, resolvemos los problemas que podemos y aprovechando el tiempo al máximo. Se opera de mañana y tarde. Los fines de semana salimos a poblaciones muy marginadas y pasamos allí un día.

¿Cómo son esas salidas?
Es para hacer consultas. Viajamos dos horas a una zona del noreste. La convocatoria de que llegábamos se había desde la zona alta del valle gritando “ya están aquí, vinieron”, de manera que la gente se concentraba. Lo que más agradecían era que se tuviese en cuenta su existencia. ¿Necesidades de ayuda sanitaria? Pocas, repartías la medicación que llevabas. Íbamos con dos furgonetas, venía un dentista y un oculista. Nos acogían muy bien, con un desayuno local (un caldo consistente).

¿Cómo fue la adaptación?
Pasamos de la cota cero del nivel del mar a 2.400 metros de altura en Cuzco, para luego viajar cinco horas hasta Abancay. La adaptación requiere un tiempo y sufrí mal de altura. Paramos dos o tres veces, lo bueno es que era de noche y nunca había visto tantas estrellas y tan cerca, en mi vida vi una cúpula celestial como esa. Al día siguiente estaba perfectamente y operando por la mañana, la madre Cristina me dio zumo de piña e infusiones de hojas de coca y enseguida se regularizó. 

¿Por qué hay tantos quemados entre la población?
El 80% son quemados del tercio superior y son quemaduras por fuego. La construcción es de bloques de adobe y cubierta vegetal, y la cocina es un fuego sin conducción de humos, cualquier brasa que ascienda prende el techo. Y luego están los lábanos, un tubérculo que nace en los regatos, se lo comen y da reacciones alérgicas  impresionantes, es una patología que descama la piel como si fuera una quemadura, no lo conocía.

¿Qué aprendió de esa experiencia en Perú?
A mí siempre me gustó un poco la medicina heroica, nunca tuve miedo en el aspecto de qué me voy a encontrar y como lo voy a solucionar. En cuanto a limitaciones materiales nos adaptamos y en cuanto a mí me siento muy bien. Es una experiencia que recomiendo. Solucionas problemas. No se trata de que como aquí somos buenísimos lo trasladamos allí, no se puede trabajar con ese nivel de exigencia, allí te tienes que limitar y aceptar que hay mucha patología que no puedes hacer.
 ¿Cómo se curan allí los quemados?
El que se quema allí se cura a base  de tiempo y pomadas. No hay nadie que ponga un injerto (de esta forma las secuelas se reducirían en un 80 por ciento). Yo lo único que podía hacer es tratar las secuelas. No asumen que la quemadura puede ser tratada de forma urgente y en poco de tiempo ser dado de alta. Supimos de una monja que se había quemado la cara y la solución que le habían dado era permanecer un mes en una habitación a oscuras para que no le quedasen manchas.

¿Qué hicieron en ese caso?
La recomendación es crema hidratante y filtro solar y en 48 horas puede salir. Fuimos un fin de semana a una población a 3.100 metros y recuerdo una consulta en la que se necesitaba crema hidratante para una paciente. Allí no hay, pero hicieron un preparado con aloe auténtico.

¿Conoció casos de pacientes que no se trataban?
Hubo dos casos que recuerdo. Una luxación de hombro abandonada y le dijimos que fuera a la clínica, nunca lo vimos. Otro con pérdidas desde hacía cinco meses, pero tampoco vino. No puedes coger un helicóptero y buscarlos a todos. Aquí llamas al 061.

¿Aprendió algo de quechua?
No, teníamos siempre un traductor y no había problema. n
 

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