CRÓNICA NEGRA

Los otros ‘Chicle’ que actuaron en Vigo

Francisco Javier Reyes (20 años de cárcel) , Juan Carlos Lago Encisa (32 años de cárcel), Jacobo Piñeiro  (58 años de cárcel )y Marcos A. Dasilva (13 años)
photo_camera Francisco Javier Reyes (20 años de cárcel) , Juan Carlos Lago Encisa (32 años de cárcel), Jacobo Piñeiro (58 años de cárcel )y Marcos A. Dasilva (13 años)

La historia más trágica en el entorno vigués de los últimos quince años destapó a cuatro criminales que dejaron cinco víctimas en casos con similitudes al de la joven Diana Quer. Los autores fueron condenados. 

 En enero de 2006, Águeda González, de 21 años, salió una mañana de su casa en Baiona para hacer fotocopias y nunca más regresó. Tras una intensa pero infructuosa búsqueda, la Guardia Civil detuvo a un vecino de la misma parroquia, Francisco Javier Reyes, de 29 años, una semana después. Él mismo, al igual que hiciera el detenido por la muerte de Diana Quer, ‘El Chicle’, confesó el crimen y llevó a los agentes al lugar donde había escondido su cuerpo, elaborando un croquis.
El cadáver de la joven había sido enterrado en una cueva en el monte Chan da Lagoa. El asesino la llevó  engañada en su coche hasta un descampado y allí la apuñaló cinco veces. La propia sentencia que le condenó al máximo, veinte años de cárcel, entendió que fue el móvil sexual lo que le llevó a cometer el crimen aunque él siempre lo negó.
Casado y con hijos, mandaba mensajes de móvil a las amigas de su hermana para citarse, también a la víctima, a la que realizó la última llamada para recogerla en coche. Aunque los forenses no encontraron pruebas de agresión sexual, el cuerpo tenía la ropa íntima y los pantalones bajados. 
En septiembre de 2004, Juan Carlos Lago Encisa, de 37 años, se encontró  a Carmen Casal, de 45 años,  en un camino de Candeán cuando se dirigía a su lugar de trabajo. La abordó con un objeto punzante, le rodeó el cuello con una cuerda y la arrastró cuarenta metros hacia el interior del monte. Tras quitarle sus pertenencias, ordenó a la mujer que se desnudara y la sometió a tocamientos mientras le pinchaba en distintas partes del cuerpo. Le dejó ponerse un mandilón y después la golpeó contra el suelo para dejarla inconsciente. Le metió la manga de una chaqueta en la boca y la asfixió para después colocarla una bolsa en la cabeza y golpearla con una piedra para asegurarse de que había muerto.
Después, estuvo cerca de media hora junto al cadáver, tiempo durante el cual se comió un bocadillo. La Audiencia no sólo le condenó a 32 años de cárcel, por asesinato, robo con violencia y agresión sexual, sino que describió el crimen  como “perverso”.
Él confesó haberla matado pero también negó la agresión sexual.
Días después de estos hechos, otra mujer denunció que intentó atracarla en su bar.
Un crimen “absolutamente horrible y despiadado”. Así calificó el fiscal el asesinato de dos jóvenes  homosexuales en Vigo, Isaac Triviño y Julio Andersen Luciano en su vivienda de la calle Oporto, en julio de 2006. El autor, Jacobo Piñeiro, de entonces 28 años,  era natural de Cangas, tenía un hijo de dos años y había estado un tiempo trabajando en Cataluña. Conoció a las víctimas en un local de ambiente en Vigo y después se fue con los dos jóvenes a su casa. Allí les propinó hasta 57 puñaladas y después prendió fuego a la vivienda. La sentencia  que le condenó a 58 años de cárcel destacaba que “estamos ante todo un lujo de barbarie, ante una escalofriante, inhumana y atroz agresión, merecedora pues de la máxima sanción".
Las víctimas estuvieron 15 minutos agonizando, y su cuerpo, según dijo el fiscal en el segundo juicio con jurado celebrado contra el asesino, se convirtió en un “colador”. Después, se duchó para quitar todo rastro de sangre y prendió fuego a la casa, poniendo en peligro al resto del edificio, para borrar toda huella de su presencia allí. 
Piñeiro confesó los crímenes pero reiteró en las dos vistas que se celebraron, ya que una fue anulada, que lo hizo porque tenía miedo a que lo violaran. Testigos en el juicio aseguraron que había mantenido relaciones sexuales con las víctimas.
Sara Alonso, de 24 años, desapareció una noche después de salir de una zona de ocio donde había estado con unos amigos. No volvió a casa. Casi un mes después, su cadáver era hallado desnudo, con las manos atadas y tapada con una zodiac en Cabo Estai. La Policía detuvo a un amigo, el último en verla esa noche, Marcos Antonio Dasilva, quien fue condenado por homicidio a 13 años de cárcel. En su caso fue absuelto de asesinato y de agresión sexual. El joven la llevó esa noche al domicilio que compartía con su mujer y en un momento determinado le asestó dos golpes contundentes que acabaron con su vida. Después ocultó su cuerpo en el propio domicilio y fue a recoger a su mujer. Un día después trasladó el cuerpo a las afueras de la ciudad, limpiando en su casa cualquier resto. Él sólo confesó que escondió el cadáver.n

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