Vigo

Las ostreras de A Pedra se quedan sin relevo generacional

Isabel, la única ostrera original que sigue yendo a A Pedra.
photo_camera Isabel, la única ostrera original que sigue yendo a A Pedra.

La calle de las ostras ya apenas cuenta con la presencia de ostreras, con apenas dos puestos activos actualmente

Probablemente pocos vigueses conozcan la Calle Pescadería. Sin embargo, es una de las más concurridas de la ciudad. Y es que, probablemente todos la conozcan como la “calle de las ostras”. Allí se encuentra uno de los oficios más genuinamente vigueses, y que actualmente se encuentra en peligro de extinción: el de las ostreiras. De hecho, actualmente se debería pensar mejor en ostreiros, pues los que han decidido continuar con la tradición son, principalmente, hombres. 
Las ostreiras fueron, tradicionalmente, un grupo de cinco mujeres que, en tiempos de la posguerra, se dedicaron a recoger y vender ostras en el mercado vigués de A Pedra, concretamente en la calle Pescadería. Una calle que, gracias a ellas y su duro esfuerzo, hoy es conocida popularmente como la calle de las ostras y es una de las principales atracciones turísticas del Casco Vello. 
Hace poco se conoció la noticia del fallecimiento de María Seoane (1932, Arcade), una de las cinco ostreiras originales. María fue condecorada en 2013 con la medalla de oro al mérito en el trabajo, un hito que premió justamente el duro trabajo realizado por estas mujeres, que son pioneras del negocio. Hoy en día sólo su hermana Isabel sigue en activo, al frente del Bar-Cocedeiro La Piedra.
Pero el negocio ya no es el mismo que hace 50 años. A medida que las ostreiras originales fueron desapareciendo (bien por jubilación, bien por enfermedad), los puestos se redujeron. Manuel, cuya jefa es Isabel, la última ostreira, cuenta que esto se debe a diversos factores, como la falta de herederos o el desinterés de las generaciones posteriores a la hora de continuar con la tradición. Así, el trabajo de las ostreiras pasó de ser exclusivamente femenino a estar prácticamente a cargo de los pocos hombres que decidieron seguir en el negocio familiar. Diego Penedo, que trabaja en el otro puesto a las órdenes de Fernando, sobrino de una de las ostreiras originales, cuenta que “es un trabajo muy duro, hay que madrugar, limpiar y depurar las ostras, encajarlas...”, que las nuevas generaciones “prefieren estudiar que estar en la ribera del puerto”. Además, comenta que hoy en día no hay tanto que hacer en la ribera como antaño. Fernando, que lleva trabajando con la ostra toda la vida, heredó el puesto -situado delante del Restaurante La Marina- de su tía, y también repara en que cada vez hay menos ostreiros, que se está perdiendo el trabajo.
Y por si no fuera poco, el cambio climático también amenaza a la ostra. Según Diego, la mortalidad de la ostra plana con la subida reciente de las temperaturas “está cerca del 50%”, por lo que comprar la resulta más caro y cada vez, dice Fernando, se vende menos. Dedicarse a la ostra es cada vez un trabajo más duro y peor recompensado.

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