Con dos años como Vigués Distinguido, Antonio Romero tomó el relevo de manos de Luis Espada para ponerse al frente de la Fundación que agrupa a los vecinos ilustres de la ciudad. Junto a Ramón Villot y Ana Teresa Canosa, como vicepresidentes y Ana María Mejías, de tesorera, comienza una nueva etapa de la agrupación que se prolongará los próximos cuatro años, de la que habló para Atlántico.
¿Cuáles son los retos con los que asume esta presidencia?
La Fundación ha tenido un recorrido hasta el momento ligado al esfuerzo personal de Luis Espada como presidente y de la anterior junta directiva. Seguiremos las mismas líneas de acción y nos marcamos como prioridades implicar a todos lo vigueses distinguidos, integrándolos en la asociación y trabajar por esta ciudad.
¿Ser nombrado Vigués Distinguido implica una responsabilidad para el galardonado?
Es una responsabilidad porque nos escogen unos señores y somos votados por la corporación. Conlleva la obligación de defender y promover esta ciudad y a sus habitantes, aunque, como es mi propio caso, seamos vigueses de adopción.
¿Vigo necesita una dosis de chovinismo para apreder a valorar más lo propio?
Vigo ha sido y sigue siendo una urbe emprendedora, industrial, centrada en el trabajo. Pero aquí también se han hecho cosas importantes, que se debieran reconocer como la Universidad. En muchas ocasiones no caemos en la cuenta de lo mucho que se ha luchado por esta ciudad.
El caso de los Vigueses Distinguidos es uno de los pocos temas en que la corporación se pone de acuerdo. ¿Cree que debiera servir de ejemplo para otras actuaciones?
Lo cierto es que en la elección de los Vigueses Distinguidos se superan todas las diferencias políticas y se buscan personas de consenso. Votan todos pensando en lo que es bueno para la ciudad.n
