DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA

Cristianos en la fe y en los actos

Alfonso, Marta, Marisa, Silvia, el párroco Suso, Manuel Felipe y José Lillo, a las puertas de la parroquia viguesa Sagrado Corazón, en la calle Rosalía de Castro.
photo_camera Alfonso, Marta, Marisa, Silvia, el párroco Suso, Manuel Felipe y José Lillo, a las puertas de la parroquia viguesa Sagrado Corazón, en la calle Rosalía de Castro.

Los seglares de la diócesis Tui-Vigo cada vez asumen más responsabilidades dentro de la parroquia, implicándose            en labores de gestión, culto o formación que hasta ahora realizaba el sacerdote, tomando mayor protagonismo en un nuevo rol incentivado     desde la Iglesia

 Cada vez hay menos párrocos y con mayor edad. La falta de vocaciones para la vida consagrada llevó a la Iglesia a promover la implicación de los seglares en la gestión de las parroquias. Asumen responsabilidades del ámbito caritativo, formativo, social, pero también en la administración económica y la celebración de los actos litúrgicos.
El Sagrado Corazón, en el centro de Vigo, reúne a más de setenta voluntarios. Marta, desde Cáritas parroquiales armoniza la acción de los distintos departamentos. Reconoce que le dedica muchas horas al trabajo comunitario, algo que solo es posible con el apoyo de la familia, asegura. “Se hace porque creemos que tenemos que hacerlo, seguimos los fundamentos básicos de la Iglesia y el mensaje de Jesús; a nivel personal, dar a los demás llena mucho, además aprendemos cada día”.
Marta considera que la Iglesia es un reflejo de la sociedad y tiene los problemas similares, como la carencia de jóvenes implicados: “Hemos experimentado los mismos cambios y nos hemos tenido que adaptar”. Ora de las funciones de Marta es llevar la contabilidad de la parroquia, para ello está al frente de la comisión económica, donde la mayoría son seglares: “Hay una transparencia total, las cuentas se publican y se entregan a todos los feligreses”, señala. En servicios caritativos destinan más de 12.000 euros, aunque el 24% del presupuesto se destina al mantenimiento de las instalaciones, al pago de la comunidad: “En esta parroquia no se cobran aranceles, todos los servicios desde misas a sacramentos, son gratuitos, y los curas cobran un sueldo muy reducido, los ingresos de las colectas se destinan en su mayoría a Cáritas, es algo que no debiera existir, pero mientras los Servicios Sociales no cubran las necesidades que hay, aquí estaremos”.
Los voluntarios del Sagrado Corazón mantienen semanalmente reuniones con los seglares de otras parroquias y con Cáritas diocesanas para coordinar las acciones. "Estudiamos cada caso y comprobamos dónde se le ha atendido para optimizar medios que tenemos", puntualiza Marta.

“Sólo dos volvieron a dar las   gracias”

nnn Marisa lleva más de 30 años como trabajadora social en el Sagrado Corazón: “Del voluntariado no se jubila uno nunca, desde que empecé ya pasé por cuatro párrocos”. A su despacho acuden familias con necesidades de distintos barrios. Cada jueves con otros siete seglares atienden alrededor de cuarenta casos: “A principios del 2000 la demanda se ralentizó, los Servicios Sociales funcionaban bien, pero los últimos años no tienen fondos suficientes y lo que no pueden atender nos lo mandan para aquí”. Marisa está satisfecha con el trabajo que hace para los demás. En ocasiones llevó a sus tres hijos a hacer visitas de la parroquia, “creo que los valores que tienen se los deben en parte a conocer esta realidad”. 
Lo único que siente es que en estos años de todos a los que ayudaron “solos dos personas volvieron a dar las gracias, uno devolvió el dinero, vendiendo unos terrenos y otra quiso contribuir barriendo el local, pero no es lo normal”. 
Los martes por la tarde Silvia está en el ropero para repartir ropa. Colabora con otros siete voluntarios en este departamento. “Cada día atendemos a unas treinta personas que llevan prendas para sesenta o setenta, lo que más demanda son vaqueros para ellos y leggins para ellas”. 
En el ropero se puede encontrar de todo, desde edredones, mantas, zapatos o trajes de comunión y ceremonia. Marisa y Marta recuerdan con emoción el caso de una chica rusa a quien le montaron toda una boda. Llegó hasta la trabajadora social sin recursos, con tres hijos y embarazada. Durante un año le hicieron un seguimiento en la parroquia incluyéndola en un programa de apoyo. “Conoció a un chico, se enamoró e se quiso casar, se convirtió al catolicismo y como no tenía dinero, le organizamos aquí la ceremonia; iba preciosa”, cuenta Marisa, que añade “al poco tiempo se divorció, son cosas de la vida”. Se cambió de parroquia y le perdieron la pista, solo saben que su hijo mayor se enroló en la Marina. “Las personas a las que ayudamos desaparecen y no vuelven, pero eso es bueno porque significa que salieron del bache”, explica Silvia.
Marta lleva más de cuatro décadas en Cáritas de la parroquia. En los últimos años notó un incremento de sudamericanos, principalmente cubanos y venezolanos. “Cubrimos las necesidades urgentes mientras no llegan las ayudas de emergencia del Concello que tardan hasta seis meses en concederse”. Lamenta que pese a que muchos vienen a pedir trabajo, ya no hay tanta demanda.n
 

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