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El clima futuro de Vigo, más calor y menos lluvia

La playa de Samil, ayer, abarrotada por las elevadas temperaturas en pleno domingo.
photo_camera La playa de Samil, ayer, abarrotada por las elevadas temperaturas en pleno domingo.

La temperatura subirá hasta cuatro grados este siglo y se reducirán los días de precipitaciones 

La sequía sufrida el pasado año en Vigo o la temperatura extrema registrada en pleno mes de octubre en 2017 comienzan a descubrir los efectos de un cambio climático que en las próximas décadas modificará el escenario conocido hasta la fecha.
La Plataforma sobre Adaptación al Cambio Climático, del Ministerio de Transición Ecológica, permite conocer la evolución de temperaturas, precipitaciones o duración de olas de calor hasta el 2100. Según esta herramienta, el horizonte climático en Vigo evoluciona hacia una disminución de la humedad y un incremento del calor.
En los próximos treinta años los días de lluvia se reducirán pasando de la media de 144 en 2020 a los 131 que quedarán en 124 al finalizar el siglo.  La cantidad de agua no variará en exceso pero sí se concentrará en menos días por lo que los riesgos de trombas e inundaciones serán mayores.
Pero además de las precipitaciones, la variable más destacada se centra en las temperaturas que subirán de forma gradual hasta los cuatro grados, duplicándose los días de calor.
Si la media de días cálidos se sitúa en los 48 al año, en treinta años ya serán 56 y en 2100 superarán los tres meses, con 103 días, lo que supone que en el futuro medio hará calor un tercio del año.
Del mismo modo, este calentamiento generalizado influirá en la duración de las olas de calor, pasando de los 13 días, a los 20 en treinta años y a los 31 al finalizar el siglo.
Vigo intensificará su actual clima suave para llegar a una temperatura media anual que rozará los 21 grados frente a los 17 actuales y con una media máxima de 34 grados.
El panorama que plantea esta plataforma  revelaría situaciones climáticas extremas que en los últimos años han causado problemas por riadas, tormentas eléctricas o los trágicos incendios del pasado año, en los que la sequía y la temperatura jugó en contra.

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