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“Las ONG ayudamos a que el mundo no esté peor”

Alberto Gómez (derecha), junto a los voluntarios de Intermón Oxfam en República Dominicana.
photo_camera Alberto Gómez (derecha), junto a los voluntarios de Intermón Oxfam en República Dominicana.

Con esta convicción  regresó Alberto Gómez, coordinador de Oxfam en Vigo, de su viaje por República Dominicana

nnn Alberto Gómez lleva desde 2004 colaborando con Intermón Oxfam y once años como coordinador en Vigo. Sobró una semana para concienciarlo aún más. Recién regresado de República Dominicana, aún le dura el impacto de la realidad que vivió en primera persona, pero también llegó a una convicción: “Las ONG ayudamos a que el mundo no esté peor”.
Con motivo del 60 aniversario de la Organización No Gubernamental, sorteó entre sus colaboradores con mayor implicación un viaje de transparencia a la República Dominica . El vigués resultó entre los elegidos: “Fue una experiencia inolvidable, pero muy dura, incluso para mí; es una realidad que marca”.
Durante su estancia comprobaron el funcionamiento de los proyectos que desarrollan en el país: visitaron a los productores de la cooperativa de café y cacao que abastece las tiendas de comercio justo; comprobaron el albergue desmontable de San Cristóbal para acciones de emergencia en caso de huracanes, comprobó la situación dantesca en la frontera de Haití y mantuvieron encuentros con entidades locales colaboradoras en proyectos de movilización y sensibilización. “La idea que tenemos en la mente de Punta Cana no se corresponden con la realidad de República Dominicana, donde de los diez millones de habitantes, ocho viven en el umbral de la pobreza”, asegura el vigués, para quien la imagen de un campo de golf con aspersores separado por un muro de chabolas sin agua potable ejemplifican la situación del que considera uno de los países más corruptos del mundo. “No hay una democracia real, solo hay dos partidos que se reparten el poder y acuden a las elecciones sin tener siquiera programa electoral”. Especialmente grave le pareció el caso de los habitantes de las “bateys”, poblados chabolistas en la frontera con Haití, habitados por descendientes de los trabajadores de la caña de azúcar. En la pobreza más extrema, son unos apatrias, pues ninguno de los países los reconoce como nacionales. “En estos lugares es donde se ve la acción humanitaria, Oxfam está llevando agua potable y mejorando las casas”, dice Alberto, quien también es consciente de que “es un trabajo a largo plazo, ya que por muy potente que sea la ONG, la situación es terrible”.
Para el activista vigués, el mejor momento fue la visita al barrio Simón Bolivar, con más de 15.000 familias que ante la pobreza se organizaban y colaboraban entre los vecinos. “Un niño de siete años, Kevin, me dijo que de mayor quería ser voluntario de Oxfam para seguir ayudando a su familia; aún se me pone la piel de gallina”. 
Ahora, a Alberto Gómez le queda la segunda fase: contar lo que vivió y concienciar a los vigueses de la importancia de su aportación.n
 

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