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La ultraderecha francesa de Le Pen deja de ser un Frente

Marine Le Pen, durante el congreso de su partido en Lille.
photo_camera Marine Le Pen, durante el congreso de su partido en Lille.

En una operación de maquillaje y márketing cambia su belicoso nombre por Agrupación Nacional

 Consciente de haber topado con su techo electoral, la ultraderecha francesa lanzó ayer una publicitada operación de cambio de nombre y de renuncia a su patriarca, Jean-Marie Le Pen, para tratar de llegar al gran número de ciudadanos que nunca la ha votados. Adiós al Frente, término considerado demasiado belicoso, y bienvenida a la Agrupación, nueva denominación del partido que dirige Marine Le Pen y que conserva el adjetivo Nacional como seña de identidad irrenunciable.
Los afiliados refrendarán ahora -lo contrario sería difícil de imaginar- en una consulta interna el nuevo nombre de Agrupación Nacional propuesto por Le Pen en el XVI Congreso de su partido, que giró en torno a la redenominación de una formación que, sin embargo, ideológicamente no se ha movido un ápice. La mejor prueba de que las constantes de la fuerza política permanecen inalteradas la dio el discurso de clausura de Le Pen, en el que recurrió a sus argumentos habituales: inmigración, islam, seguridad y proteccionismo.
Durante hora y media, Le Pen incidió en el nuevo eje que, a su juicio, vertebra hoy la política. Por un lado, los "globalizadores", encarnados por el presidente francés, Emmanuel Macron, y caracterizados por el "nomadismo" y el desapego que sienten hacia su nación y hacia las cosas duraderas. Por el otro, los "nacionales", como ella, que defienden una civilización amenazada por las olas migratorias y por el avance del islamismo.
Guardó para el final el secreto mejor guardado, la nueva denominación del partido, que fue recibida con cierta frialdad por una audiencia poco convencida. En un partido como el Frente Nacional, los cambios no se reciben con los brazos abiertos. Y si éstos se perciben como una forma de negación de su propio pasado, el proceso puede ser doloroso, aunque muchos lo vean necesario y reconozcan que el antiguo Frente Nacional ya había chocado contra su techo de cristal. 

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