Cerca de un centenar de palestinos y 13 soldados israelíes murieron ayer en la jornada más sangrienta de la actual ofensiva de Israel contra Gaza, que podría convertirse en un punto de inflexión para acabar con una guerra que ya ha segado la vida de más de 430 personas, en su mayoría civiles gazatíes.
La mayor masacre se produjo en el barrio de Shahaiya, donde más de sesenta personas murieron en un intenso bombardeo de más de diez horas de la aviación, la Marina de guerra y la artillería y los carros de combate israelíes.
Según fuentes castrenses, las tropas fueron objeto de una emboscada tendida por los milicianos islamistas en distrito del este de Gaza, donde perdieron la vida trece soldados. Después de la supuesta emboscada, se multiplicó el castigo sobre las míseras calles del enclave, que fueron la dramática imagen de la desolación. Ya a primera hora de la mañana, , los que huían salpicados de polvo, sangre y desesperación narraban entre lágrimas y gritos un infierno que en principio era difícil de creer.
Una vez que fue aceptada por las dos partes la tregua humanitaria exigida por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), el paisaje era peor que la desolación que los huidos solo podían balbucear. Cientos de casas destruidas, coches reducidos a amasijos retorcidos y decenas de cadáveres tirados por las calles. Un drama esculpido a golpe de dolor, esquirlas, pólvora y sangre en los rostros de aquellos heridos que, como un desfile de zombies, trataban de llegar a pie a las atestadas ambulancias.
Nada más conocerse los detalles de la dramática jornada, el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, anunció que viajará a Oriente Medio para negociar un cese de hostilidades.
