Galicia

El Camino se debate entre la masificación y la ordenación

Aglomeración de peregrinos en una calle compostelana.
photo_camera Aglomeración de peregrinos en una calle compostelana.

En el siglo XIX había entre 90 y 150 personas que recorrían anualmente la ruta hasta Compostela

El Camino de Santiago se encuentra en una encrucijada entre quienes promueven el aumento de peregrinos y los que sugieren cambiar las normas de atribución de la "Compostela", el documento que acredita haber efectuado el último tramo hasta la capital gallega, puesto que éstos últimos denuncian la masificación y la degradación. La Xunta promociona que este año, con una cifra de 237.000, se ha batido un nuevo récord en lo referente a los peregrinos que han obtenido el documento que libra la Iglesia católica y que demuestra haber recorrido los últimos cien kilómetros a pie o doscientos en bicicleta o a caballo, lo que supone un 10% más que el año pasado.
En las últimas dos décadas, el número de personas que transitan por las rutas de peregrinación que discurren hacia la capital gallega se han multiplicado por quince, según los datos de la Iglesia, que no son exhaustivos ya que no todos los peregrinos acuden a solicitar la "Compostela" y algunos consideran que el Camino culmina en Finisterre.
El politólogo Xosé Luis Barreiro, el otrora conselleiro de Turismo Roberto Varela, el expresidente de la Federación de asociaciones de amigos del Camino de Santiago Fernando Imaz, el hispanista y galleguista británico John Rutherford o la investigadora italiana Carmen Pugliese han alertado, por separado, de los problemas de la masificación de caminantes.
También asociaciones de peregrinos de doce países y expertos jacobeos denunciaron recientemente en un foro la "masificación, comercialización, explotación y banalización del peregrino y el abandono del patrimonio cultural y artístico" y reclamaron incluso poner el Camino en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco "en peligro".

lista de la unesco
El Camino de Santiago, incluido en diciembre de 1993 en esa lista de la Unesco que agrupa los principales monumentos del mundo, ha atraído en dos décadas a cientos de miles de personas ansiosas de recorrer ese sendero histórico.
Las citadas asociaciones critican a las autoridades civiles por "propiciar la invasión turística" y a las religiosas por el "impacto negativo" que tiene atribuir la "Compostela" solo a quienes efectúen el tramo final hasta la capital de la comunidad gallega.
En un reciente libro publicado en inglés por el instituto Padre Sarmiento, la historiadora Linda Kay Davidson analiza precisamente la "reformulación del peregrinaje a Santiago" y señala que los tres pilares de ese fenómeno -Iglesia, Administración e individuos- han modificado esa definición durante los últimos siglos. En el siglo XI la Iglesia católica "orquestó incentivos para los peregrinos, ofreciendo indulgencias a los peregrinos a Tierra Santa y a Compostela, y con el poder de concederles indulgencia plenaria", según comenta la historiadora.
A partir del siglo XII, la Iglesia "ofreció trascendentales recompensas para recorrer" el Camino, tales como "absolución, indulgencias y esperanza de milagros". Sin embargo, la Reforma protestante cuestionó tales alicientes hasta el punto de considerarlos "nada más que una fuente de ingresos para la Iglesia", lo que llevó a una caída del número de peregrinos.
En el siglo XIX había entre 90 y 150 personas que recorrían el Camino hasta Santiago, y hasta 600 en años jacobeos. Las autoridades religiosas comenzaron entonces a utilizar el término "peregrino" para quien recorriera "cortas distancias en poco tiempo" y acudiera a la Catedral, "como si se tratara de una romería", apunta Davidson, y señala que en 1909 contabilizaron hasta 140.000, una cifra que también fue alcanzada en 1948, propiciada en esta ocasión por el régimen del general Franco, aunque "la mayoría llegaron en tren y autobús".
A principios de la década de 1990, la Iglesia comenzó a emitir un pasaporte para los peregrinos en el que debían incluir dos sellos por localidad en los cien últimos kilómetros del Camino de Santiago o el doble para los ciclistas o caballeros, para así poder conseguir la "Compostela", lo que ha llevado, para algunos, a una "masiva ola" de caminantes, los cuales empiezan a ser vistos como "turigrinos". 

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