ECONOMíA

Una economía llena de contradicciones

Los ministros de Economía, Luis de Guindos, y de Hacienda, Cristóbal Montoro, saludan a los nuevos cargos que tomaron posesión esta semana
photo_camera Los ministros de Economía, Luis de Guindos, y de Hacienda, Cristóbal Montoro, saludan a los nuevos cargos que tomaron posesión esta semana

A pesar de mostrar algunos indicadores de mejora, la economía española no logra despegar. 

No se puede (ni se debe) ser optimista cuando los principales agregados económicos ponen de manifiesto la fuerte divergencia entre algunos mensajes y la realidad en la que vivimos. A la economía española todavía le queda una larga travesía por el desierto y no por obtener una mejora puntual en ciertos parámetros hay que proclamar el fin de la crisis.
Debido a la existencia de múltiples indicadores económicos siempre es posible encontrar alguno que muestre una ligera mejoría (sería nefasto para los gestores públicos no encontrar ninguno). Esto siempre se constata y no por ello se puede considerar que España está empujando la recuperación económica europea, sobre todo cuando Francia y Alemania muestran cierto agotamiento (aviso para navegantes). Nuestra economía siempre ha estado “al rebufo” de los gigantes europeos y cuando frena la economía alemana, la velocidad de recuperación española se reduce.
¿Estamos tan bien cómo se dice? ¿Se ha convertido España en la locomotora europea? La realidad dista mucho de este mensaje. Durante 2013 el Producto Interior  Bruto (PIB) español recogió una reducción interanual del 1,2%, frente al aumento del 1,9% de EE.UU., el 1,7% del Reino Unido o el crecimiento cero de Francia. Las cifras españolas solo son comparables con lo experimentado en Portugal (-1,4%). 
El Índice de Producción Industrial (IPI) que mide la actividad productiva de las ramas industriales, recogió en 2013 un exiguo crecimiento interanual del 0,8%, frente al crecimiento del 3,1% de Portugal, el 5 % de EE.UU. o el 1,2% de Reino Unido. Incluso, a pesar de la reducción generalizada de salarios, provocada por la crisis y las medidas laborales de liberación aprobadas en 2012, nuestro Índice de Precios Industriales (IPRI) que mide los costes de producción, únicamente recogen una reducción interanual en 2013 del 0,4%, frente a caídas del 2,5% en el Reino Unido, del 1,9% en Italia o del 0,8% en Portugal, cuestión que merma nuestra capacidad de venta al extranjero. El Índice de Precios al Consumo (IPC) se situó en julio de 2014 en un -0,3%, con riesgo de deflación para la economía española, frente a ligeros incrementos en la mayor parte de los países europeos. 
Nuestra prima de riesgo, a 1 de septiembre de 2014, y a pesar de las actuaciones llevadas a cabo por el Banco Central Europeo (BCE) para evitar la sangría del endeudamiento público, se sitúa en 135, ligeramente mejor que la existente en Italia (153) o Reino Unido (152), pero a mucha distancia de la que se paga en Francia (37) y Alemania (0). La calificación de la deuda de España, con independencia de la entidad calificadora ni de lejos se acerca a la que se otorga a EE.UU, Francia, Alemania o el Reino Unido. Lo más parecido a España es Italia y Portugal. 
España cerró 2013 con un déficit público del 7,1% del PIB, muy por encima del 3% de Italia, el 4,3% de Francia, el 4,9% de Portugal o el 5,8% del Reino Unido. La deuda pública para España en 2013 fue del 94% del PIB (llegando al 100% durante estos últimos meses), debido a la fuerte reducción de los ingresos públicos (a pesar de las continuas subidas de impuestos) y la imposibilidad de contener el gasto público. Nuestra balanza comercial, que mide la diferencia entre exportaciones e importaciones, muestra un agotamiento claro de la tan proclamada capacidad exportadora española. Las cifras no dejan lugar a dudas, en 2013 recogió un  -1,7%) del PIB. 
El desempleo en España se sigue situando, a pesar de la ligera mejoría estacional del segundo trimestre de la Encuesta de la Población Activa (EPA), en una tasa de paro del 24,5% (5.623.000 desempleados, 600.000 personas más paradas que en 2011). Esta tasa de desempleo en España asciende al 56% para la población más joven. El indicador de desempleo global en España quintuplica el resultado obtenido en Alemania y se sitúa muy lejos del 10,3% de Francia, el 12,6% de Italia o el 14% de Portugal. Y todo esto teniendo en cuenta que el número de activos desde 2011 ha caído en 460.000 personas y que los ocupados lo han hecho en algo más de un millón, la mayor parte empleo asalariado. Esto provoca una divergencia cada vez mayor entre la tasa de paro de la zona euro (cercana al 10%) y la española. 
El salario medio en España en 2013 ascendió a poco más de 26.000 euros, una cifra muy inferior a lo que cobra un trabajador en Italia (29.700 euros), Francia (37.000 euros) o EE.UU. (36.500 euros) y a años luz de lo que percibe un empleado en el Reino Unido (41.900 euros). Únicamente el dato para Portugal (17.300 euros) nos permite no ocupar la posición de cola. Esto no solo afecta a los que ahora trabajan, sino que para poder pagar las pensiones se acude cada vez más a la “hucha de las pensiones”, tanto es así, que a este remanente solo le queda la mitad del saldo que tenía al principio de la crisis.
 Visto lo visto es necesario ser cauto y comprobar como la mayor parte de los indicadores macroeconómicos, desde una perspectiva internacional, nos advierten de que es pronto, muy pronto, para hablar de recuperación económica y del “milagro español”. Aunque durante el segundo trimestre de 2014, nuestro PIB haya crecido interanualmente al 1,2%, y hayamos encabezado la lista de países con mayor crecimiento, no se debe olvidar que venimos arrastrando doce trimestres consecutivos de contracción. La tibieza de estas contadas mejoras económicas no están llegando ni a las empresas ni a las familias, y una vez que finalice la crisis económica a España le queda una tarea muy complicada que es corregir la profunda brecha que se está generando, a nivel económico, entre la población. Los índices de Gini, Thail y Atkinson, que entre otros, miden la desigualdad de la renta y la riqueza, ponen de manifiesto que la crisis no pasa factura a todos por igual. El número de pobres en España está aumentado de forma alarmante (especialmente la pobreza infantil) y el drástico recorte del gasto social ha perjudicado a las rentas más bajas. Recuperar los niveles de bienestar social costará, si se apuesta realmente por ello, entre 10 y 15 años.

(*) Profesor Titular de Economía Aplicada. Universidad de Vigo
Grupo de investigación GEN (Governance and Economics research Network) 

Te puede interesar