Contra esa estúpida moda que se estila en el deporte de sobrevalorar la juventud y despreciar la veteranía, sirva la victoria de Carlos Sainz padre, en un durísimo y accidentado rallye Dakar, nada menos que a los 55 años.
El piloto madrileño, bien asistido por su copiloto Lucas Cruz, sobrevivieron a todas las inclemencias, incidencias, imprevistos y sanciones, con su Peugeot, un gran equipo de mecánicos, su experiencia y la buena suerte que en otras ocasiones le faltó.
Es el segundo Dakar de Sainz, quien tuvo el bonito detalle de recordar al tantas veces compañero de aventuras, Luis Moya, felizmente recuperado de un aneurisma. ¡Bravo por estos dos viejos!