celta-valencia

El temblor ya es auténtico terremoto

El vigués y excéltico Santi Mina se lleva el balón anoche en Balaídos mientras es perseguido por Brais Méndez.
photo_camera El vigués y excéltico Santi Mina se lleva el balón anoche en Balaídos mientras es perseguido por Brais Méndez.

Sufrió ayer su cuarta derrota seguida tras dejarse remontar ante el Valencia (1-2) y Balaídos pitó.

No hay duda. El peligro del descenso es, hoy por hoy, muy real. Porque el equipo ha entrado en parada. Cuatro derrotas seguidas provocan que hoy, si el Rayo supera en Vallecas a la Real Sociedad, entre en puestos de descenso. Ayer, ante el también dubitativo Valencia, tuvo en su mano la reacción y fue por delante hasta el minuto 70 por un gol de cabeza de Araujo en el 39 tras una acción a balón parado. Pero el gol del empate desnudó a un equipo flaco, sin personalidad ni carácter. Son tiempos duros.

Había que cambiar algo. Cardoso cambió poco, pero con significado. Sentó a Cabral, sufriente en los últimos partidos con la línea defensiva avanzada, y puso a Roncaglia, al que se le busca –o se le buscaba, al menos– salida en el mercado. Y sentó a Beltrán y,  así, puso fin a su apuesta por un mediocentro como falso mediapunta para situar a tres mediapuntas tras Maxi Gómez, con Pione Sisto como la mayor novedad.
Al Celta no le sobra la confianza. Al Valencia tampoco. Se mueve como solía, de manera compacta. Pero sin la convicción de otrora. Se sitúa sobre el campo con cierta contundencia, pero su juego carece de ella. En los primeros minutos, también como suele, cedió el balón al conjunto celeste, que comenzó a manejarlo con ese punto de más dinamismo que otorga Lobotka cuando ejerce de pivote. Además, Pione aparecía para tratar de dar salida al juego y esa primera conexión funcionaba. Pero la siguiente, la que debía encontrar a Brais Méndez y Maxi Gómez, ya costaba mucho más.
Con todo, los dos contendientes intercambiaron golpes de salida. Flojos, con escasa fuerza, pero golpes. Lo probaron primero con  disparos desde fuera del área. Y, a continuación, con sendas contras, con actuaciones salvadores de Gayá ante Maxi y de Araujo ante Mina, respectivamente. Nadie tenía el control pero no había descontrol. Con dos rivales tan temerosos de su presente, todo tendía a estar atado. Pero el bloque local sufría cada vez que Lobotka avanzaba metros ante la incapacidad de Jozabed para sujetar el centro del campo. 
Se mantuvo el intercambio de opciones mientras la posesión dejaba de ser tanto celeste para ir igualándose. La diferencia entre ambos es que el funcionamiento colectivo valenciano es mejor hoy por hoy, lo que quedaba reflejado en una presión alta mucho más acertada y efectiva que los tímidos amagos celestes. Aparecieron los porteros, también con ganas de protagonismo. Rubén se lució ante un balonazo de Carlos Soler; Neto hizo lo propio ante el de Boufal en un grave regalo che tras un saque de banda a favor. 
La gravedad de la acción se multiplicó, de hecho, a continuación. Porque Neto envió el balón a saque de esquina. Y de él emergió el gol céltico. Araujo apareció imperial con su altura para cabecear peinando hacia atrás y meter el balón en la portería valencianista. El balón parado servía para desatascar, si no el juego, al menos el marcador. Era el minuto 39 pero la primera parte todavía deparó una falta directa de Parejo que obligó a actuar a Rubén.
Ninguno de los dos equipos varió de manera sensible su planteamiento y sus sensaciones tras el parón. Al Celta le sonreía el marcador y jugaba con esa pizca más de convicción. Pero la diferencia era escasa. Lo que sí le convencía más era que el Valencia no le creaba peligro salvo por un cabezazo inicial de Garay. Los célticos, incluso, encontraban metros en el centro del campo para intentar alguna contra pero la incapacidad para ser fiable en el pase abortó cualquier tipo de opción.
El encuentro volvía a estar en pausa. Ninguno de los dos equipos era capaz de mandar con consistencia. Tal situación se acomodaba más para el que iba por delante. Por eso, el que iba por detrás, el Valencia, apuró los cambios. A la hora de juego, aparecieron sobre el campo Gameiro y Ferrán como refuerzos para el ataque che. Y el segundo de ellos lo fue porque el marcador volvió a moverse a golpe de acción aérea. Un centro larguísimo desde la banda izquierda, perfectamente defendible, fue peinado hacia atrás por Araujo y el extremo valencianista se topó con el balón y lo golpeó con maestría.
El empate, justo cuando Cardoso había sacado del campo a Boufal para meter a Emre Mor, mató al Celta. El equipo vigués tembló hasta caer. Lo sostuvieron, al principio, un par de paradas de Rubén ante Mina y Garay. Pero el temblor fue a más y Rodrigo, en el minuto 83, le dio la vuelta al partido tras un saque de banda a favor del Valencia que los célticos defendieron de forma más que deficiente.
Balaídos sucumbió al desánimo. Se pitó el cambio final de Beltrán por Lobotka. El equipo era incapaz de sobreponerse a una situación adversa. De hecho, ya ni se acercó por al área de Neto. La cuarta derrota consecutiva y la posibilidad cierta de caer hoy en puesto de descenso habla bien a las claras de la situación real del equipo.

Celta:
Rubén Blanco; Hugo Mallo, Facunco Roncaglia, Néstor Araujo, David Juncá; Jozabed Sánchez, Stanislav Lobotka; Sofiane Boufal (Emre Mor, m.70), Brais Méndez, Pione Sisto (Andrew Hjulsager, m.81); y Maxi Gómez.
Valencia:
Neto; Piccini, Garay, Gabriel Paulista, Gayá; Carlos Soler (Ferrán, m.61), Parejo, Coquelin (Wass, m.78), Cheryshev (Gameiro, m.61); Santi Mina y Rodrigo.
Goles:
1-0, m.40: Araujo; 1-1, m.71: Ferrán; 1-2, m.84: Rodrigo.
Árbitro:
González González (colegio castellano-leonés). Amonestó a Jozabed, Brais Méndez y Hugo Mallo, por parte del Celta de Vigo, y a Carlos Soler y Gabriel Paulista por parte del Valencia.
Incidencias:
Encuentro correspondiente a la vigésima jornada de Primera División disputado en el estadio municipal de Balaídos ante 15.688 espectadores. Antes del choque se guardó un minuto de silencio en memoria de Manuel de Castro García y Luciano Miranda 'Marcial'.

Te puede interesar