CELTA

Soy futbolista, no dispare

Berizzo, el lunes en Getafe.
photo_camera Berizzo, el lunes en Getafe.

A veces siento una empatía exagerada hacia las personas devoradas por las críticas. No es grave, sólo ocasional. De hecho, también soy capaz de saborear en su justa medida esos dardos verbales, incluso con la malicia necesaria para disfrutarlos como lector cuando la crítica no sólo es justa sino también necesaria. Hacia Berizzo, en cambio, siento cierta empatía. A pesar de los errores que ha cometido como técnico, especialmente llamativos en este inicio de 2015. A pesar también de decisiones ridículas aunque mucho menos trascendentales para el Celta como aumentar el número de entrenamientos a puerta cerrada a medida que los resultados han ido empeorando. Esta semana no habrá sesiones abiertas al público, señal inequívoca de la gravedad de la situación. La cuestión es que veo al 'Toto' solo ante el abismo, abandonado a su suerte, y comprendo el porqué de ese proceso de envejecimiento prematuro que afecta a tantos entrenadores. Un año para un técnico de élite equivale a siete para el resto de los mortales. Como reza la leyenda perruna. Casi puedo olvidar el dislate táctico en el partido de ida de la eliminatoria de Copa ante el Athletic, la falta de valentía en el encuentro de vuelta e incluso el pésimo partido de Cornellá y el horrendo espectáculo futbolístico de Getafe. Porque, aun siendo cierto que Berizzo se ha equivocado, también lo es que no es el único responsable.
Los futbolistas son una especie afortunada, quizás por eso no siento demasiada empatía hacia ellos. Son protagonistas en la gloria y actores secundarios en las desgracias. El equipo que coqueteaba con Europa era el Celta de Nolito, Orellana y Larrivey, el de Sergio, Radoja o Krohn-Dehli. Pero el que se hunde sin remedio aparente es el Celta de Berizzo. Y aun siendo consciente de que un entrenador que suma dos puntos de treinta posibles debe afrontar sin ambages el destino que sus errores y nuestro fútbol le deparan, me resisto a centrar la mirada de manera exclusiva en el banquillo. Entre otras cosas porque el Celta necesita jugadores que no se escondan, que dejen de buscar excusas y encuentren en su propio ombligo razones a la debacle vivida desde que se convirtieron en héroes en el Camp Nou. Al fin y al cabo, de su cabeza, corazón y botas nacerá el camino por el que transitará el Celta en esta segunda vuelta que acaba de empezar, tanto si el 'Toto' sigue como si no, opción que a golpe de malos resultados se ha convertido en posible, aunque no de manera inmediata.
Los últimos acontecimientos han debilitado a Berizzo casi tanto como sus malas decisiones y la mala puntería, germen de esta crisis que un día fue sólo una mala racha. No ayuda ver al vicepresidente resistirse a tender una mano amiga al entrenador, pero tampoco que el técnico se muestre al mundo más desdichado y derrotado que nunca, pronunciando esas palabras que nadie espera de un capitán de navío, más propias de un condenado a muerte que espera la ejecución de la sentencia para descansar en paz, en silencio. Las palabras de Berizzo son la excusa perfecta. Incluso si resiste en el cargo, incluso si el destino le regala una victoria sobre el Córdoba, volverá a convertirse en el foco de las críticas cuando se consume el próximo tropiezo. Porque él ya no puede frenar al delantero rival, no puede ganarse el perdón del público como Orellana con un regate, como Nolito con una genialidad, como Larrivey con un gol. El 'Toto' está muy tocado, quién sabe si herido de muerte, y posiblemente anhelando los tiempos en los que la culpa era de otro y él era un simple futbolista, inmune a las balas.n

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