Deportivo - Celta

Los renglones torcidos del himno

Los 630 aficionados del Celta comenzaron el derbi con un ímpetu que no tuvo eco en la actuación de su equipo de salida.
photo_camera Los 630 aficionados del Celta comenzaron el derbi con un ímpetu que no tuvo eco en la actuación de su equipo de salida.

El celtismo trató de sobrevivir al frío y a la derrota en una noche sin incidentes en que los versos no rimaron con el fútbol 

Mucho mejor un himno con letra que otro sin ellas, dónde vas a parar. El clímax es mucho más intenso cuando los acordes se pueden acompañar de unos cuantos versos que lanzar al viento. Y ese ensalzamiento de lo propio sirve para unir, incluso, ciudades tradicionalmente rivales en tantos ámbitos que el deportivo no es más que un eco más. De ahí que el arranque del derbi en un estadio de Riazor repleto –de deportivistas en su imensa mayoría pero con esos siete centenares de célticos dejándose ver– fuese álgido y emotivo con todos los presentes pudiendo compartir, al menos, un himno. Porque después, poco más se compartió, salvo un perfecto comportamiento sin grandes incidentes, salvo el lanzamiento de algún botellín de cerveza en el momento de al llegada del autobús del Celta al estadio. Un punto negro en un hoja de servicios de las aficiones muy blanca.
En A Coruña se montó un amplio despliegue policial, con más de 200 efectivos de la Policía Nacional, a los que se sumaron los agentes de la Local, 90 miembros de la seguridad privada del Deportivo, 40 voluntarios de Cruz Roja y 35 integrantes de Protección Civil.
"Que din os rumorosos..." entonó el estadio con los dos equipos sobre el césped de Riazor y con las dos aficiones en las grada, tras haber accedido a su lugar el grupo de 630 celtistas sin problema alguno. Y esa exaltación de lo común todavía ganó más en solemnidad con el minuto de silencio posterior en homenaje a las víctimas de los actos terroristas de París de hace una semana. Pero sonó el silbato y surgió el fútbol. Poco, es cierto.
Los seguidores celestes sufrieron un partido de esos insufribles, de los que reina la desesperación der ver cómo un equipo acostumbrado a hilvanar convertía su juego en una madeja. Porque, además, Riazor pudo festejar prácticamente desde el arranque, porque su equipo era mejor y porque pronto se adelantó en el marcador. Incluso, ni la reacción fue posible tras el error en el penalti de Nolito. Eso sí, todos los nubarrones no callaron a la afición celeste, que al menos al final tuvo el consuelo de que sus jugadores aplaudiesen su esfuerzo de acudir hasta A Coruña en una fría y lluviosa noche de noviembre en la que los versos del himno no rimaron con el fútbol.n

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