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Quién le pone puertas al fútbol

Losdos equipos guardaron un minuto de silencio por los muertos en el accidente aéreo del Chapecoense.
photo_camera Losdos equipos guardaron un minuto de silencio por los muertos en el accidente aéreo del Chapecoense.

Tal vez el Celta sea esto. Minutos preciosistas de balón y control combinados con otros de descontrol y mandíbula demasiado frágil. Goles marcados que pagan el peaje de goles encajados. Tal vez el fútbol, como espectáculo, sea esto. Tal vez debería de serlo.

La circulación, el santo grial
El Celta busca ser redondo como un balón. Para lograrlo, ayer fue circular en su dibujo en el centro del campo. Líneas curvas en el planteamiento aprovechando la movilidad de Daniel Wass, incapaz de vivir en una aburrida posición lineal, encantado de moverse por donde pueda. Berizzo puso en el once a sus cuatro centrocampistas y, de entrada, el juego fluyó como pocas veces (o ninguna) esta temporada. Con Radoja de ancla, Marcelo Díaz de teórico primer paso, Pablo Hernández jugando de interior más caído a la izquierda y Was en casi todas partes, aunque partiendo de la derecha en teoría. Con el apoyo puntual de centrales, laterales y Aspas y el cuchillo de Bongonda por la banda zurda, el Betis no olía el balón, el equipo vigués se divertía con él y llegó el gol, que pilló, curiosamente, a Wass en la derecha. Gol, por cierto, que tuvo a la defensa bética de espectadora dejando pasar el balón por su área pequeña de un lado a otro hasta en dos ocasiones. El Celta era el Celta que quiere ser, ése que su entrenador asegura desde hace un par de semanas que busca aparcando las rotaciones por el bien de un estilo que no acababa de aparece con tanto cambio.

El cuerpo a cuerpo
Como el balón era esquivo, el Betis tiró de otros recursos. Y los hay, muchos, en el fútbol. El primero, la intensidad en la presión, adelantando líneas y acogotando, precisamente, a ese cuadrado de centrocampistas en la zona central del campo. Sin ellos, la salida era sucia y el partido se nubló, se transfiguró en una guerra de guerrillas en el uno contra uno en la que el ambiente iba haciendo mella cada vez más en el árbitro. Con la batalla global perdida, el rival céltico se centró, con buen criterio, en ganar las individuales. En ese fútbol, Marcelo Díaz sufre. En ese fútbol, Andreu Fontás sufre. No es que el Celta no diese el callo, sino que ya no disfrutaba. Y un exceso de celo de Fontás sobre el mártir habitual Petros provocó el empate. Dos apuestas, dos fútbol e igualdad en el marcador.
Los goles con razón y sin razón
El partido del Benito Villamarín tuvo seis goles, una cifra más que apreciable. Algunos vinieron como consecuencia del fútbol generado, como el primero de Aspas o el segundo del Betis. Pero otros nacieron de acciones puntuales que, obviamente, marcaron el encuentro. Punto de inflexión. Los más obvios fueron los dos a balón parado, tras saques de esquina en que los ataques aprovecharon los errores de las defensas. Pero también el primer tanto de los béticos o el segundo de los célticos llegaron como premio demasiado temprano para los méritos contraídos, cuando el dominio del juego por parte del equipo anotador no era, como diría Berizzo, tendencia.

Los cambios: Orellana
La salida al campo en la segunda parte fue perfecta en el caso del Betis y nefasta en el del Celta. La presión local agobiaba hasta el extremo y el partido se le escapaba a los vigueses. Berizzo, con el marcador en contra hasta en dos ocasiones, tiró de banquillo para reforzar el ataque. Aunque la salida de Radoja fue obligada por un problema físico, la presencia de Orellana volvió a ser determinante con su pase a Bongonda en el segundo tanto. Lo de Pione y Rossi fue más efectivo como mensaje de ir a por más que como solución táctica.

En un ambiente hostil, tuvo carácter y acertó en el penalti

 José María Sánchez Martínez tuvo ayer en el Benito Villamarín una prueba de carácter que sacó adelante con más gloria que pena, pero con alguna que otra pena. El árbitro murciano, a la hora de impartir justicia, tuvo que hacer frente a un ambiente complicado, dado que el Betis llevó el partido en muchos momentos a una confrontación física –leal, la inmensa mayoría de las veces– en el uno contra uno, buscando el apoyo de la grada cada vez que uno de los jugadores de Víctor Sánchez del Amo acababa en el suelo.
Yendo a la sal gorda, Sánchez Martínez estuvo correcto en la señalización del penalti cometido por Andreu Fontás sobre Petros. Cierto es que lo del central céltico no es una agresión, pero no lo es menos que sí un exceso de celo y una carga desigual en una zona poco escondida del área.
En cuanto al ambiente, no se dejó intimidar para amonestar a los célticos según solicitaban los béticos, pero sí le hizo tener cierta mano izquierda a la hora de ahorrarse alguna para los futbolistas locales.

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