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Quién le encontrase las cosquillas

Maxi Gómez apenas dispuso de un par de ocasiones para rematar a portería tras un partido de pelea con la defensa colchonera.
photo_camera Maxi Gómez apenas dispuso de un par de ocasiones para rematar a portería tras un partido de pelea con la defensa colchonera.

El Celta cayó en casa ante el Atlético (0-1) en un partido extraño, con Río vacío. Antes, homenaje a los fallecidos por el fuego. 

El Celta había crecido hasta ayer a base de resultados, más que de juego. Ayer, tuvo juego sin resultado. El Atlético de Madrid, primer grande que se cruzaba en el camino celeste esta temporada, se llevó los tres puntos haciendo bien las cosas pequeñas. De la posesión del equipo vigués, buscándole las cosquillas a los colchoneros, no salió beneficio alguno tangible en la clasificación. No pudo blandir el argumento del gol, tan manido en los tres anteriores choques. Y volvió a perder cuatro jornadas después. 
El balón es un balón tanto cuando rueda como cuando no. Rodar es una capacidad. El fútbol es fútbol tanto cuando es dinámico como cuando es estático. El dinamismo es una potencialidad más del juego. Y no hay equipo que mejor lo haya entendido en los últimos años que el Atlético de Madrid, donde se valora más a un gran centrador que a un excelso regateador, sin despreciar a este último. Todos son necesarios dentro de la idea.
De ideas bien distintas se pobló ayer el césped de un Balaídos huérfano de Río. El fútbol de cuatro paredes pasó a ser de tres bandas. Pero con el Celta exponiendo sus argumentos con el balón, con el beneplácito de un Atlético famoso por su capacidad para dejar que los demás hagan mientras él deshace. Eso sí, con enorme capacidad para crear en fracciones de segundo. Porque más allá de la intensidad que siempre se destaca del bloque dirigido por Diego Simeone, no se valora lo suficiente otra cualidad magnífica: la aceleración.
Los dos bandos explicitaban sus apuestas. Y lo cierto es que el Celta se sintió controlador de todo durante los primeros 25 minutos. Con su línea defensiva prácticamente en el centro del campo y tratando de llegar hasta Oblak desde los costados, forzando Iago por la derecha y Pione por la izquierda unos contra uno o unos contra dos. El moañés protagonizó los dos primeros disparos a portería. En los primeros 22 minutos de partido, el equipo vigués realizó media docena de intentos, el de más calado un cabezazo de Sergi Gómez tras una falta lateral.
Porque si algo une el fútbol de Unzué con el de Simeone es el gusto por el balón parado. Los dos trataron de explotarlo, sabedores de que los goles proliferan en tales acciones, ya sea por acierto propio o por dejadez ajena.
Pero el Atlético aceleró. Lo hizo de manera casi imperceptible, extrañamente sigilosa para la contundencia que oculta, con un par de carreras con sentido de Griezmann y Correa por el centro. En el 23, Juanfran centró desde la derecha sin encontrar remate. En el 27, Griezmann acabó con un disparo a portería desde el borde del área una buena pared con Gameiro que obligó a Sergio. Y de esa parada nació un córner. Y de ese córner nació el tanto de Gameiro: balón aéreo rebotado, que cae para que el galo remache.
En nada. Como si nada. El Atlético ya estaba por delante. El marcador serenó el dominio celeste un tiempo, el que tardó Hugo Mallo en echar hacia delante a los suyos con sus internadas ofensivas, haciéndose dueño una vez más de la totalidad de su banda, que parece recorrer en apenas dos zancadas: fe y fortaleza. Lo malo es que el área colchonera volvió a ser un territorio ignoto y solo otro par de disparos más o menos lejanos inquietaron a Oblak –imponentemente situado siempre– hasta el descanso.
El discurso no varió tras el parón. Para uno, el Celta, porque era el que lo verbalizaba; para otro, el Atlético, porque era quien lo masticaba hasta diluirlo –a base de faltas que detienen cualquier atisbo de contra, si es menester– en un sonido casi inaudible. Combatió contra el silencio Aspas, obligando a Oblak al poco de empezar y rozando el larguero con una falta directa.
El vaivén ofensivo de banda a banda local intentando que quebrantar el sólido balanceo defensivo visitante no dio frutos. El Atlético no amenazaba un ápice y ni falta que le hacía. De hecho, reforzaba la apuesta con Giménez en el centro del campo. Hasta que Juan Carlos Unzué se decidió a cambiar sus cartas: Emre Mor y Guidetti para dentro; Daniel Wass y Gustavo Cabral para fuera. Tres defensas –Mallo, Sergi y Jonny–, dos centrocampistas –Tucu y Lobotka–, dos extremos –Pione a la derecha y Mor a la izquierda–, un mediapunta –Aspas– y dos delanteros 
–Maxi y Guidetti–. Un experimento para lanzarse a por el empate.
Todo se jugaba en la mitad del campo del Atlético, con esporádicas amenazas de contra del Atlético, como la habida justo tras los cambios. Mor capitalizaba la esperanzas del manco estadio, tal vez porque jugaba en el lado donde la afición alentaba. Pudo marcar Guidetti; pudo hacerlo Maxi. Pero no lo hizo ninguno entre la maraña defensiva del club colchonero. Que se llevó los tres puntos jugando a lo suyo. Cuatro partidos después, otra derrota. En el primer gran examen, curiosamente, convenció más el juego que el resultado, al revés que en los precedentes.

Celta:
Sergio Álvarez; Hugo Mallo, Gustavo Cabral (Emre Mor, min.71), Sergi Gómez, Jonny Castro; Pablo 'Tucu' Hernández, Stanislav Lobotka, Daniel Wass (John Guidetti, min.71); Iago Aspas, Maxi Gómez, Pione Sisto.
Atlético de Madrid:
Oblak; Juanfran, Savic, Godín, Lucas; Correa (Filipe Luis, min.87), Gabi (Giménez, min.65), Thomas, Saúl; Gameiro (Gaitán, min.60), Griezman
Gol:
0-1, min.28: Gameiro.
Árbitro:
José Luis Munuera Montero (colegio andaluz). Amonestó a Jonny, Cabral y Tucu Hernández por parte del Celta; a Savic, Saúl, Gabi, Juanfran y Thomas por parte del Atlético de Madrid
Incidencias:
Partido disputado en el estadio municipal de Balaídos ante 12.879 espectadores. Las gradas de Río permanecieron cerradas.

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