TRIATLóN

A mí me quedan dos

El segmento de bicicleta estuvo marcado por la lluvia en la jornada de ayer.
photo_camera El segmento de bicicleta estuvo marcado por la lluvia en la jornada de ayer.

Intercambio de ánimos, consejos y gestos entre público, voluntarios y triatletas bajo el agua

Más de cinco horas de carrera, ritmo pausado, la carretera continúa secándose después de cuatro horas de lluvia. Una triatleta está a un paso de alcanzar a otra. Visten los mismos colores aunque su ritmo está perfectamente diferenciado. "Voy para la meta", dice la de ritmo alto. "A mí todavía me quedan dos", responde la del ritmo pausado. 
Unos metros después, una pareja de voluntarias comenta la despedida de uno de los participantes "hasta el año que viene, me dijo", y en el siguiente punto, tres colaboradoras más regulan un cruce de la zona mientras jalean a todos los deportistas. Brazos en alto, gritos constantes, y ánimo al primero, al décimo al vigésimo y al enésimo. Un público entregado.
Y es que, ante la lluvia, los voluntarios se convirtieron en el mayor apoyo para los esforzados deportistas. Con su plástico verde, con  toda la ilusión del mundo y con la paciencia intacta tras varias horas en sus posición. Casi sin moverse, en sus escasos metros cuadrados, nunca dejaron de animar al paso de los deportistas. 
Los triatletas también se animaban entre ellos, en una pequeña gran familia. No obstante, no faltaron los que optaron por rivalizar hasta el sprint final, a pesar de que "tiene una rotura de fibras desde la bicicleta", comenta una espectadora en la llegada. Precisó asistencia médica, como alguno que otro en la llegada. En una proporción casi inversa a su velocidad, los que llegaban en seis horas parecían sufrir cuatro veces más que los primeros.
Y, por supuesto, como parece habitual en muchas pruebas, un buen número de triatletas optaban por realizar la recta final con sus hijos. Los había con uno, con dos o hasta con tres. Bajo el reloj digital quedaba la fotografía familiar para el recuerdo.n

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