ATHLETIC-CELTA

Un punto más de solidez

Sergi Gómez y Cabral, la novedosa pareja de centrales de ayer, se abrazan tras el gol del empate logrado por Nolito en San Mamés.
photo_camera Sergi Gómez y Cabral, la novedosa pareja de centrales de ayer, se abrazan tras el gol del empate logrado por Nolito en San Mamés.

El Celta logró ante el Athletic otro empate fuera tras empezar por detrás por un penalti e igualar con otro gol de Nolito

Pedía el Toto Berizzo en la previa un Celta "sólido, serio, firme". Y lo tuvo. Por eso, el conjunto celeste sacó un empate de San Mamés ante un Athletic que se adelantó al empezar de penalti y que pudo aumentar la cuenta en la primera parte, pero que acabó sufriendo en la segunda por el tanto del empate de un Nolito en estado de gracia. Sin finura –salvo en el mentado gol–, con solidez. Cuarto partido fuera de casa y el equipo continúa invicto –tres empates, un triunfo–.
Athletic y Celta demuestran que el balón les gusta cuando lo tienen pero, sobre todo, cuando no. Si es el rival el que lo maneja, la recuperación se convierte en una labor inaplazable, urgente, hasta inminente, si es posible. Y en esa tarea marca mucho el ímpetu inicial, esa pizca de esfuerzo físico mayor que el contrario que permite ganar los choques y llegar una centésima de segundo antes a los balones sueltos. Ese punto más de fe fue de inicio del Athletic.
Claro que es mucho más sencillo tener fe cuando los hechos la corroboran. Minuto 4. Susaeta apura por la banda derecha y saca un buen centro que Aduriz, cazador de balones aéreos, prolonga un tanto forzado. Pero el esférico se fue a golpear a Sergi Gómez –titular en el lugar de Andreu Fontás, como estaba previsto– en una zona indefinida entre su brazo derecho y su costado derecho. Indefinido para la vista de casi todos, salvo la del propio céltico y la del colegiado Fernández Borbalán –o de su asistente–, que no dudó en señalar penalti. Aduriz marcó y las dudas del Athletic heredadas del mal inicio de Liga se disiparon. Todo su estilo de juego, que estaba siendo revisionado, recobró sentido. Y a él se entregaron los pupilos de Ernesto Valverde.
Como ya había previsto Eduardo Berizzo, el partido era para aquel que era capaz de realizar mejor su presión y de jugar a pesar de la presión rival. Mientras el Celta trataba de no hundirse tras el gol encajado, el Athletic forzaba errores en la salida, no permitía que los célticos se diesen la vuelta si recibían el balón de espaldas y accionaban con velocidad la búsqueda de los desmarques de ruptura de Aduriz o de De Marcos, polivalente futbolista que este año venía actuando de lateral derecho y ayer fue resituado como falso mediapunta. Sus desmarques en el juego ofensivo y su enorme despliegue físico en la presión personificaron el mejor rendimiento de los locales.
El equipo celeste pasó por malos momentos. Un error de Sergi Gómez en un saque de banda y un pase atrás de Aduriz que Susaeta envió fuera pusieron el uy en la grada y el ay en los corazones de los aficionados célticos. Pero la mejor ocasión de los locales llegó en un saque de esquina en el que los bloqueos dejaron totalmente solo al nueve bilbaíno en el corazón del áera. Su limpio cabezazo se encontró con una mano salvadora de Sergio.
Se había corrido el riesgo de que el marcador se rompiese. Pero no lo hizo y el Celta empezó a encontrar por fin la anhelada circulación 
–sin Fontás y con Radoja espeso, el primer pase pierde claridad–. Comenzaron a aparecer Álex López y Krohn-Dehli y los balones largos a la espalda de la defensa local buscando a Orellana no eran ya el único argumento. Pero sí continuó siendo el mejor. Dos cambios de juego de izquierda a derecha –sobrevolando la zona de influencia de un Laporte dubitativo– de Álex López, buscando a Krohn, y de Nolito, buscando al chileno, recordaron al Athletic que tenía enfrente un rival que le podía hacer daño.
Ese último cuarto de hora de la primera parte sirvió para que el Celta mostrase sus argumentos. Entre otras razones, porque la presión bilbaína bajó varios enteros y la circulación celeste superó, por primera vez, el ímpetu por el robo de balón de los locales.
Por lo visto en la primera mitad, el marcador no era malo. Cierto es que el gol llegó antes que los méritos del Athletic, pero no lo es menos que éstos aparecieron después. Pero también es verdad que el Celta acabó por tener el balón en los pies y, con él, dejó la sensación de que tenía capacidad para hacer daño a su rival.
Ese optimismo estuvo a punto de truncarse nada más salir al campo. Una rápida acción del Athletic inspirada, cómo no, por De Marcos acabó con un gol de Aduriz anulado por un ajustado fuera de juego.
Fue un comienzo engañoso. Porque apenas hubo más acciones trepidantes en los segundos cuarenta y cinco minutos. El fútbol, ya no estético en el arranque, se afeó. El centro del campo era reserva de caza de balones y jugadores y las dos áreas permanecieron ajenas al juego demasiado tiempo. Al Athletic le faltaba la intensidad de la primera parte y al Celta el acierto que rompiese el sistema de presión de los vascos.
Era el momento de los entrenadores y el primero en mover ficha fue Berizzo, sentando a un cansado Krohn-Dehli y dando entrada al Tucu Hernández. Es el argentino-chileno un jugador al ralentí. Tiene prácticamente de todo, pero lo ofrece como a cámara lenta. Por eso tardó el equipo en notar su presencia. Pero lo hizo, tanto en la guerra del centro del campo como en la búsqueda de los atacantes.
Antes, Valverde había sentado al maltrecho Muniain para apostar por el guante en el pie de Ibai, que al poco de entrar puso un centro  que Aduriz no convirtió en gol ante los erráticos Sergi Gómez y Sergio porque pifió en el remate.
Nuevo movimiento táctico celeste con al entrada de Charles por Álex López, pasando a jugar con dos delanteros. Y antes de poder valorar si la apuesta era la idónea, el Celta recuperó en mediocampo, Larrivey abrió al balón a Orellana, éste completó una gran pared con Nolito y el gaditano anotó con la finura de un goleador. Minuto 72.
Empate y el Athletic tembló. Recordó que está carente de autoconfianza. Pareció que el Celta podría llevarse el partido, pero Valverde no quiso rendirse y metió a Beñat por Iraola, provocando la reacción de Berizzo de meter a Borja Fernández para igualar la pelea por el centro que aumentó de efectivos ante la salida al campo de Toquero.
Hubo que sufrir con balones colgados sobre el área y una falta sacada por Ibai en la frontal del área que detuvo un muy seguro Sergio. Pero también hubo opción para llevarse los tres puntos en una maravilla de jugada que inició Orellana con un pase inverosímil hacia el Tucu y un delicado pase bombeado de éste hacia el corazón del área para que Nolito, genialmente, lo bajase y rematase, forzado, alto. Otro detalle de finura de un equipo sólido.

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