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Pedir perdón, no pedir permiso

El colchonero Diego Costa, ayer en el Wanda Metropolitano, donde el domingo espera al Celta.
photo_camera El colchonero Diego Costa, ayer en el Wanda Metropolitano, donde el domingo espera al Celta.

El atlético Diego Costa cumple una década desde su estancia en el Celta, donde dejó muestras de su carácter

Hace justamente diez años, el Celta meditaba la destitución de Juan Ramón López Caro como entrenador de un primer equipo deprimido en la temporada después del descenso, en la que ya había echado con anterioridad a Hristo Stoichkov. En aquel curso, que acabó con cuatro entrenadores sucediéndose en el banquillo, en la plantilla había jóvenes promesas cedidas por otros equipos y una de ellas era Diego Costa, ahora referente, de nuevo, del ataque del Atlético de Madrid, entidad que por entonces envió a desbravarse a Vigo a su perla.
Lo rácano de aquel curso diluye el recuerdo de un futbolista al que se le apreciaron más los defectos relacionados con su carácter que la calidad de su fútbol. De hecho, su proceso de maduración duraría todavía dos cesiones más –Albacete y Valladolid– antes de tener su primera oportunidad real en el conjunto colchonero. Pero aquel Diego Costa con diez años menos –19 por los 29 de ahora– ya tenía muchos de los rasgos que después le han llevado a triunfar tanto en el club rojiblanco como en el Chelsea, club del que regresó a Madrid el pasado verano aunque tras pasarse la primera mitad de la temporada sin jugar por la prohibición que impedía a la entidad capitalina la inscripción de futbolistas hasta este último mercado de enero.
El último de sus entrenadores en aquel año en Vigo fue Alejandro Menéndez, ahora responsable del Burgos y ocupante del banquillo del filial celeste en dos etapas, la última cerrada el pasado verano. La memoria privilegiada del asturiano le permite retratar la personalidad de un futbolista al que defiende a capa y espada a base de anécdotas. Porque aunque realmente fue apenas un mes el tiempo que lo tuvo en su vestuario, la peculiaridad de un jugador especial salió a relucir.
Escena uno. Segundo día de entrenamiento dirigido por Menéndez tras la salida del club de Antonio López. Al mal momento del equipo se une esos días la tristeza  por el fallecimiento de Genaro Borrás, médico del club y de la selección española en las décadas precedentes. Por eso, en esa jornada se adelantó la sesión de trabajo para poder acudir a un acto de homenaje a tan insigne figura del celtismo. La cuestión es que ni Costa ni Quincy, el holandés también integrante de la plantilla celeste, se enteraron de tal situación y llegaron tarde. "Vino a verme 
–rememora Menéndez– para perdirme perdón. 'Soy culpable', me dijo. Y no se escudó sólo en no haber sabido lo del cambio de hora, sino que con esa mezcla de pillería e inocencia tan suya, me reconoció que se había quedado hasta tarde jugando a la 'play' con Quincy. Eso es Diego Costa".
Escena dos. Apenas dos semanas después, visita Balaídos el Tenerife de José Luis Oltra, uno de los equipos llamados al ascenso. Y Diego Costa vive su primera titularidad con Menéndez en el banquillo. Todo empieza bien, con un gol de Perera. Pero en el minuto 42, el ariete céltico bloquea un saque de falta teniendo ya una amarilla por protestar y ve la segunda. El partido, al menos, acaba 2-2. "Al terminar –recuerda el técnico asturiano–, vino a mí: 'Te pido perdón míster'. Me dijo. 'Soy muy joven y tengo que aprender', añadió. Porque es un chico noble, que siempre va de frente". 
Porque si algo tenía aquel Diego Costa que ahora también tiene este es "desparpajo. Entonces, era muy joven y poco ordenado en su vida personal. Pero siempre fue atrevido, siempre arriesgó. Porque siempre ha tenido esa confianza en sí mismo y esa nobleza, incluso en la pelea con los defensas".
Hace diez años en el Celta, Costa disputó 31 partidos, anotó cinco goles y fue expulsado tres veces. Tantas como en los 146 encuentros que acumula con el Atlético. Y en una década, sólo se ha medido al conjunto celeste en cuatro ocasiones, con un balance más que positivo de un empate –con el Albacete en Segunda en la campaña 08/09– y tres victorias –con el Atlético en dos choques en la 12/13 y en uno en la 13/14–. Además, en los dos últimos anotó uno y dos goles, respectivamente.n 

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