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Lección de fútbol en Balaídos

Daniel Wass
photo_camera Daniel Wass celebra el gol con el que el Celta se adelantó en el marcador. En la segunda parte asistió a Maxi Gómez en el 2-2.

El Celta empata contra el Real Madrid tras un gran partido en el que Aspas envió un balón al palo y falló un penalti

El Celta recibió en cuatro días a dos de los mejoreres equipos del mundo y ninguno fue capaz de ganar en Balaídos. Ni el Barcelona el pasado jueves ni el Real Madrid anoche, que sucumbió al empuje de los celestes en un gran partido del equipo de Juan Carlos Unzué, que incluso se permitió el lujo de errar un penalti –el primero que falla Iago Aspas en Primera– antes de firmar el definitivo 2-2, obra de Maxi Gómez a nueve minutos del final. El empate premió el juego, el convencimiento y el esfuerzo de un Celta que se adelantó en la primera parte y vio como Gareth Bale le daba la vuelta al encuentro en apenas dos minutos. La efectividad del galés permitió al Real Madrid sumar un punto en Balaídos, pero en esta ocasión la lección de fútbol corrió a cargo de los celestes.
La gran diferencia entre un conjunto modesto y un grande suele estar en la distancia que los separa del gol. Mientras los más pequeños tienen que trabajar a conciencia durante su maratoniano camino, a los equipos de la talla del Real Madrid les basta entregarse durante un segundo al enorme talento de sus futbolistas. Son velocistas capaces de remontar un partido en un suspiro, tal y como hizo Bale en el primer tiempo del de anoche. El Celta se adelantó en el marcador después de media hora de buen fútbol, de llevar a la práctica el acertado planteamiento de Unzué. Pero apenas le duró la alegría. En el 32 marcó Wass. En el 37 ya ganaba el Real Madrid.
El conjunto vigués se plantó sobre el Lagares con las armas de su rival. No presionó arriba en la primera parte, como suele hacer, sino que prefirió esperar en su parcela y aprovechar los espacios que el conjunto de Zinedine Zidane dejaba a su espalda. Y la apuesta funcionó bien durante la primera media hora, en la que los celestes hicieron mucho daño en transiciones rápidas o balones largos en dirección a sus dos grandes referencias ofensivas: Maxi Gómez y Iago Aspas.
Sí presionó en campo contrario el Real Madrid, que en los primeros compases dificultó la salida de balón de los vigueses y no tardó en aproximarse a las inmediaciones de Rubén Blanco. En el primer minuto Bale conectó su primer remate –un cabezazo muy flojo– y en el tercero ejerció de asistente para que Cristiano Ronaldo (abucheado una vez más) probase a Rubén Blanco con un disparo raso que el mosense atajó sin problemas.
A partir de ahí, el Madrid apenas creó peligro, más allá de un remate alto de Marcelo tras pérdida de Radoja, una genial volea de Isco que asombró al respetable y no encontró el destino deseado por poco y un potente zapatazo de Casemiro que Rubén despejó con los puños. El Celta, en cambio, comenzó a golpear con fuerza la puerta de Keylor Navas hasta que la derribó superada la media hora. Maxi y Aspas, que cada partido que pasa se entienden mejor, crearon la primera ocasión a los siete minutos, pero el moañés no acertó a conectar su disparo. Sí lo hizo instantes después, cuando estrelló en el palo un gran centro de Mallo desde la derecha tras un cambio de orientación de Pione Sisto.
El equipo de Unzué aprovechaba a la perfección los espacios que el Real Madrid dejaba a la espalda de Kroos y Modric. Wass se movía con inteligencia entre líneas, Mallo se incorporaba como un puñal y Maxi y Aspas le complicaban la vida a Varane y Nacho con su movilidad. Y en una de esas transiciones, nacida de una pérdida de balón de un Cristiano Ronaldo peleado con el mundo, llegó el primer gol del partido. Aspas cayó hacia el costado izquierdo y vio la llegada de Wass por la derecha. El danés, completamente solo, recibió el balón, avanzó unos metros, levantó la cabeza y al llegar a la frontal del área y superó a Keylor Navas con una preciosa vaselina.
Unzué había movido bien sus piezas en la partida de ajedrez que se disputaba sobre el césped de Balaídos. Pero el Real Madrid juega a otra cosa. Lo suyo es más el póquer. Para eso tiene Zidane tantos ases escondidos debajo de la manga. Ayer usó el de Bale, tan castigado por las lesiones que no acaba de justificar el dineral que Florentino Pérez invirtió en su contratación, pero al que le bastaron dos minutos para darle la vuelta a un partido que el Celta había trabajado tan bien hasta el momento. El galés fue el ejecutor. Pero los dos goles con los que el Real Madrid respondió al tanto local nacieron en la cabeza de Kroos e Isco. Del alemán, del andaluz y de Modric emana el mejor fútbol merengue. Y los dos primeros oficiaron de asistentes para que Bale aprovechase el desajuste en la marca de la defensa celeste y definiese con precisión ante Rubén Blanco.
El Celta necesitó unos minutos para digerir lo sucedido, pero en la segunda parte saltó al terreno de juego más convencido que nunca de sus posibilidades, con esa fe que le ha valido para tumbar en las últimas temporadas a equipos a priori muy superiores. Se fue a por el empate, apretó más arriba y se topó con un Real Madrid más conservador, consciente de que la necesidad del rival le haría desguarnecer su retaguardia. El resultado fue un duelo repleto de alternativas, con Jonny convertido en protagonista del ataque del Celta. El vigués sorprendió al conjunto blanco saliendo del lateral izquierdo para aparecer en la línea de tres cuartos y así llegaron las mejores ocasiones de los celestes. Él mismo remató la primera con un disparo desde la frontal que se fue alto por poco a la hora de partido y ejerció de asistente en la acción que a punto estuvo de otorgarle el empate al Celta, el penalti errado por Iago Aspas en el minuto 71. La jugada comenzó en una arrancada de Pablo Hernández, que conectó con el moañés, derribado por Keylor tras una genial pared con el de Matamá. La afición local pidió la roja y el árbitro sólo le enseñó amarilla al costarricense, que intuyó por qué lado iba a lanzar Aspas e hizo que el morracense fallase por primera vez un penalti en la máxima categoría.
Pero el Celta no se vino abajo y siguió insistiendo, ahora volcado de nuevo hacia el costado derecho. Por ahí había trenzado una de las mejores jugadas del partido, que acabó con un remate de tacón de Maxi Gómez a pase de Aspas, y por ahí llegó el empate, firmado por el delantero uruguayo a apenas nueve minutos del final. Iago combinó con Wass y el danés envió un soberbio centro al corazón del área que Maxi cabeceó con toda la convicción del mundo para firmar un empate que hacía justicia al fútbol desplegado por el Celta.
El Real Madrid se vio obligado a buscar el gol de la victoria y aprovechó el cansancio de los vigueses –que en los últimos compases del partido acusaron el enorme esfuerzo realizado– para acercarse al área de Rubén Blanco, que desbarató la mejor ocasión de los visitantes, protagonizada por Lucas Vázquez. El marcador ya no se movió y el Celta cerró la primera semana del año con dos empates que lo llenan de confianza.

Iago Aspas fue objeto de un segundo penalti, cometido por Marcelo, que el árbitro no señaló. En la imagen, el moañés protesta la decisión de Jaime Latre.

Iago Aspas protesta la decisión de Jaime Latre.

Celta:
Rubén Blanco; Hugo Mallo, Cabral, Roncaglia, Jonny; Radoja (Lobotka, min. 71), Wass (Jozabed, min. 90), Pablo Hernández; Iago Aspas, Maxi Gómez, Pione Sisto (Emre Mor, min. 71).
Real Madrid:
Keylor Navas; Achraf, Varane, Nacho, Marcelo; Casemiro, Kroos, Modric (Lucas Vázquez, min. 76), Isco (Kovacic, min. 76); Cristiano Ronaldo, Bale (Marco Asensio, min. 81).
Goles:
1-0, min. 32: Wass; 1-1, min. 35: Bale; 1-2, min. 37: Bale; 2-2,min. 81: Maxi Gómez.
Árbitro:
Jaime Latre (colegio aragonés). Amonestó con tarjeta amarilla a los célticos Hugo Mallo y Iago Aspas y a los madridistas Casemiro y Keylor Navas.
Incidencias:
Partido correspondiente a la décima octava jornada de Primera División disputado en el estadio de Balaídos ante 20.872 espectadores.

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