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El gran recuerdo pucelano

Álex López, Iago Aspas, Carlos Bellvís, Gustavo Cabral y Augusto Fernández celebran el gol del central argentino, el primero de aquella tarde.
photo_camera Álex López, Iago Aspas, Carlos Bellvís, Gustavo Cabral y Augusto Fernández celebran el gol del central argentino, el primero de aquella tarde.

El Celta visita Valladolid por segunda vez tras el mítico partido de 2013 camino de la salvación

El Celta ha visitado en infinidad de veces el estadio José Zorrilla para medirse al Valladolid, otros de los clubes clásicos del panorama nacional. De hecho, el conjunto vigués ocupa la décimo primera plaza en la clasificación histórica de Primera mientras que el pucelano es el décimo tercero. Sólo en la máxima categoría, vigueses y vallisoletanos se han medido en tierras castellanas en 28 ocasiones, con un balance positivo para los primeros: 11 derrotas, 6 empates y 11 victorias.

Pero, de todos los momentos vividos con el Valladolid de coprotagonista en Pucela, ninguno tan clavado en la memoria del celtismo como el vivido el 26 de mayo de 2013. Aquel 0-2, con goles de Gustavo Cabral y Iago Aspas –de penalti– significó un paso más que trascendente para que el triunfo una jornada después ante el Espanyol en la última jornada de Liga certificase la permanencia celeste en la temporada del retorno a Primera tras cinco dolientes campañas en Segunda.

Curiosamente, los únicos futbolistas que quedan en la actual plantilla celeste que vivieron sobre el campo aquel encuentro son los dos goleadores, Cabral y Aspas. Sergio Álvarez y Hugo Mallo también formaban parte de aquella plantilla, pero para ese partido eran baja por lesión. Tampoco estaba disponible un jovencísimo Jonny Otto, lo que abrió el hueco para otro jugador que militaba por entonces en el filial, Antón de Vicente.
El hoy por hoy capitán y referente del Coruxo en Segunda B formó parte de aquella expedición de 18 jugadores que querían apurar el 0,4% de opciones de permanencia que en su momento se le dieron al Celta. "En el vestuario se creía en la salvación. Sobre todo la gente de casa, que tiró del resto. Sabíamos que ganando en Valladolid prácticamente dependíamos de nosotros para salvarnos", rememora el centrocampista.
Entonces, con Abel Resino en el banquillo, las bajas de Mallo y Jonny generaban un problema en el lateral derecho, al que optaban el propio Antón y Bellvís, quien finalmente lo ocupó. "Para mí fue una semana de tensión porque el Celta se jugaba la permanencia y yo podía entrar en el once. La noche previa al partido no pude dormir, no sé si por la tensión o por los ronquidos  de Levy –Madinda, con quien compartió habitación–. Por la mañana Abel dijo el once y entendí que apostase por la experiencia de Bellvís", rememora.
En cualquier caso, hay dos factores que recuerda de forma especial de aquel partido: "El primero, el desplazamiento de muchísimos aficionados pese a las remotas posibilidades de salvación. Eso ayudó a que en el vestuario se creyese aún más. Y el segundo, la lesión de Javi Varas. Fue el único momento de tensión de un partido que, por otro lado, fue bastante plácido y en el que siempre tuvimos la sensación de que íbamos a ganar".
Todo ello constituye hoy para el vigués "un recuerdo magnífico. Esa temporada ascendimos con el filial y conté para el primer equipo, aunque no llegase a debutar. Aquella tarde fue una experiencia única, de esas que te ayudan como jugador y como persona".

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