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El gol silencia cualquier ruido

Hugo Mallo se eleva para despejar de cabeza un balón durante el partido disputado ayer en el estadio de Balaídos.
photo_camera Hugo Mallo se eleva para despejar de cabeza un balón durante el partido disputado ayer en el estadio de Balaídos.

El Celta salió del lío de sentirse inferior en juego al Eibar a partir de los goles de Aspas y Maxi y sigue tras Europa

Da rabia cuando lo sufres, pero alivia horrores cuando lo disfrutas. Argumentas de forma maravillosa, con frases bien construidas, sin resquicios para ser refutado... Aunque sin herir. Y llega el gol y te calla. El Celta calló ayer al Eibar, superior en juego en la primera parte, porque tuvo –tiene siempre– gol. Y porque encontró la comodidad que no tuvo con balón, donde se sintió obtuso y hasta fue pitado, corriendo a la contra. La pelea por Europa sigue muy viva.
Por primera vez, la primera vez sin tensión competitiva suficiente sucedió una segunda vez. El Celta del arranque del partido demostró una preocupante falta de recursos para sortear los obstáculos bien estudiados del Eibar, un conjunto capaz de presionar con premura y acierto, colapsando cualquier intento de mover el balón de los celestes. Sin producción alguna local, con Lobotka jugando hacia atrás y el obligado recurso del inerte balón en largo en demasiadas ocasiones, fueron los visitantes los que controlaron el partido. Lo hicieron por disposición táctica -como sucedió ante el Getafe, el planteamiento de Juan Carlos Unzué, de ser el plasmado por sus jugadores, resultó previsible, pecado mortar ante un rival presionante- y por intensidad. Porque cuando el fútbol no fluye y el balón entra en el centro del campo como en un paintball, también eran los eibarreses los que se lo llevaban.
En esta tesitura, lo mejor para el Celta es que todas las sensaciones y realidades negativas no se llegaron a plasmar ya no en el marcado, sino siquiera en el reparto de oportunidades. Porque el adelanto de líneas del Eibar permitió explotar el arma del contragolpe en un par de ocasiones: en una, Maxi se topó con una acertada salida de Dmitrovic; en otra, Pione envió a las nubes un balón dentro del área después de que el uruguayo encontrase a Aspas en un gran pase y el moañés hiciese lo propio con el danés en una acertada dejada.
Esta última acción, llegada la media hora, pareció acabar con el incómodo corsé eibarrés. Por fin, el juego del Celta no se moría entre Lobotka, los centrales y el guardameta Rubén. Por fin empezaron a aparecer Radoja y Wass en el segundo peldaño. Por fin, el Eibar se vio obligado a retrasar líneas y tomar resuello tras tanta acertada presión. Durante diez minutos, el partido se pareció más al planteado por el Celta que el planteado por el rival. Pero, de nuevo, el fútbol premió con más oportunidades al que partía de más lejos de la portería rival. Kike primero y, sobr e todo, Inui casi sobre el pitido del final de la primera parte encontraron balón y remate dentro del área celeste pero no la portería de un Rubén que se fue a vestuarios con los guantes limpios ante la falta de concreción del conjunto vasco pero con las botas sucias de tanto entrar como último recurso en los continuos abortos de la salida desde atrás en combinación o de tanto patear en largo.
Algo había que cambiar. Unzué cambió a Pione Sisto por Emre Mor. No pareció surtir efecto en cuanto a juego nada más empezar. De hecho, el Eibar empezó de nuevo más cerca del área celeste que el Celta de la eibarresa. Pero el equipo vigués ya tenía interiorizado que la apuesta tenía que ser por la velocidad, por la contra tras robo más que por la elaboración.  Por lanzar a sus laterales a correr la banda acompañando a los centrocampistas y buscando a los delanteros. La fortuna es que cuando dicha decisión todavía no se había casi plasmado llegó el primer gol. Jonny peleó con intensidad e inteligente de diestro un balón en la línea de fondo eibarresa y se lo cedió a Emre Mor. Y el danés, que ya piensa antes en pasar que en driblar, hizo un cambio de ritmo y metió un buen pase al primer palo que Iago Aspas convirtió en gol en una acción de explotar los resquicios entre su marcador, el palo y el portero rival. Era el minuto 55: campo abierto a un nuevo partido a campo abierto.
Porque el Eibar se vio en la necesidad de la posesión, que no es algo que le guste en su afán por vivir de las segundas jugadas. Pudo empatar enseguida Inui con otra ocasión en el área celeste, pero no lo hizo. El gran pecado de los eibarreses ayer. Después, Unzué sacó a Tucu para pelear en esos duelos aéreos con Charles y Kike y a los visitantes se les acabaron los caminos hacia las ocasiones de gol.
Anteriores precedentes invitaban a no dar el partido por cerrado. Y cierto nerviosismo se iba instalando en el ambiente cuando se le anuló correctamente un gol a Sergi Gómez por fuera de juego. Pero apareció el capitán para aprovechar la tendencia ofensiva del Eibar y los espacios a su espalda. Mallo robó un balón en campo propio, se lo dio a Aspas, quien lo retrasó a Wass, quien se lo envió en largo hacia la ruptura al espacio de un Mallo que encontró a Maxi para marcar y matar el duelo.

Celta:
Rubén Blanco; Hugo Mallo, Gustavo Cabral (Facundo Rocanglia, min.86), Sergi Gómez, Jonny Castro; Daniel Wass, Stanislav Lobotka, Nemanja Radoja (Pablo 'Tucu' Hernández, min.65), Pione Sisto (Emre Mor, min.46); Iago Aspas, Maxi Gómez.
Eibar:
Dmitrovic; Rubén Peña (Capa, min.72), Paulo, Arbilla, Cote (Juncá, min.84); Alejo (Pedro León, min.60), Pape Diop, Jordan, Inui; Kike García, Charles.
Goles:
1-0, min.56: Iago Aspas; 2-0, min.79: Maxi Gómez.
Árbitro:
Del Cerro Grande (colegio madrileño). Amonestó a Cabral y Radoja, por parte del Celta y a Pape Diop, Cote y Paulo del Eibar.
Incidencias:
Partido disputado en el estadio de Balaídos ante 15.383 espectadores.

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